La ribera de Bernal fue escenario de una película muy particular, que en algunas publicaciones se la ha catalogado como la primera pornográfica del mundo, en 1907, cuando todavía la filmografía universal no había legalizado la exhibición de sexo.
Pero, claro, como tantas otras cosas, se hacían en tal secreto que no hay registros, ni de directores ni de productores, y actuaban prostitutas de la zona con algún que otro marinero mal pago.
Europa había endurecido mucho los permisos para abordar ciertos temas en las películas hacia fines del siglo XIX, lo que devino en que la ambición por lo prohibido se trasladara a México y Argentina, considerados hasta hoy pioneros del cine XXX.
Al corto filmado en Bernal se lo conoció como El sartorio, quizá como deformación del nombre sátiro, ya que éste es uno de los personajes, un hombre que usa una máscara con cuernos rapta a una chica de un grupo de bañistas desnudas, sin inhibición, en el río. El fauno, o sátiro en cuestión, porta a su víctima en brazos hacia unos pastizales y lleva a cabo una violación donde se muestran sus genitales en primeros planos.
Imaginen, 1907…
Según el historiador quilmeño Chalo Agnelli, que aportó mucha data, la playa que aparece en este cortometraje con sus sauces y bañados es la de Bernal (Espora al fondo, pasando Caseros, explica); pero hay otra locación en la que se podría ubicar este osado filme, y es Rosario, con sus costas de bosque ribereño aún virgen en la época, aunque los datos más fehacientes enmarcan en la ribera bernalense ese escenario porque, además, puede ser el comienzo de una larga filmografía prohibida argentina que buscó la zona como reparo de la censura.
Las cintas se vendían al exterior, se mandaban en barco a España, Francia e incluso Rusia, sesenta años antes de que se legalizara la pornografía en el cine mundial.
Escenas de sexo oral, lesbianismo, fetichismo y sumisión no faltaron en esta película vernácula, muda, en blanco y negro, y de escasos cuatro minutos y medio.
Como reaccionó la sociedad
Las películas se exhibían para una élite que pagaba por sexo en prostíbulos, de donde salían las improvisadas actrices. En abril de 1907, el periódico quilmeño La Lectura, vinculado a la Iglesia Católica, publicó una carta de lectores con la firma de vecinos bernalenses por la presencia de un grupo de mujeres desnudas que jugueteaban en las playas, y un hombre con cuernos que las corría.
Muchos datos fueron sacados de A brief history of early pornografy, como que la pequeña cinta original se encontraría en el Archivo fílmico del Kinsley Institute, de la Universidad de Indiana, EE.UU.
Mientras se buscaba información, siempre muy escueta, sobre este cortometraje que algunos creen parodia al ballet El atardecer de un Fauno, se encontró que Eugene Oneil, suegro de Charles Chaplin, visitó salas de cine condicionado en Barracas.
- La nota en la que se basó en parte la presente, es una entrevista que Hernán Firpo le hizo al historiador Chalo Agnelli, para el diario Clarín, en la que recomienda como conocedor del tema a Fernando San Martín, autor de Cine mudo argentino, de 1896 a 1932.
Que genial!
El «cine condicionado»! Tanto que no leía esa expresión!
Habrá mucho filmado en Quilmes ribera!
Gracias mil!
Una de las notas más originales de estos tiempos.