El trabajoso acuerdo en el Frente de Todos tras la derrota electoral del 12 de septiembre despejó la primera expectativa de la oposición mediática, que agitó intensa la posibilidad de una caída del Gobierno y la cesión del poder político mucho antes de 2023.
Los pronósticos que los columnistas repiten con pocos matices se reorganizaron para la elección legislativa de noviembre y, en el peor de los casos, para el próximo turno presidencial. Como organizadores de la acción contra el peronismo, los medios más poderosos recargan una línea que el domingo 19, en la enésima exhibición de unanimidad periodística, se centra en Cristina Fernández de Kirchner como “ganadora” del enfrentamiento en el oficialismo, casi como consigna de campaña: en noviembre hay que votar contra “ella”.
Se trata de un sueño recuperado: Joaquín Morales Solá, que en su nota en La Nación nombra 28 veces a la Vicepresidenta, sentencia la extinción de su proyecto político. Igual que Ernesto Tenembaum, en Infobae, quien bajo el título “La madre de todas las derrotas”, con una foto de “ella”, anuncia “el golpe de gracia” en 2023. “Final de ciclo”, “plan serrucho”, “gobierno roto” son eslóganes desplegados en varias notas del domingo en Clarín, donde Eduardo van der Kooy no se muestra tan paciente como Tenembaum y paladea la destrucción final no en 2023 sino en noviembre, en el caso de una derrota del oficialismo.
Antes de las renuncias de los ministros y también del pronunciamiento público de Cristina Kirchner contra la política económica, el dispositivo opositor que conducen estos medios imaginó una caída del Gobierno en cuestión de días o semanas, como lo dijo el conductor Marcelo Longobardi en una de las radios del Grupo Clarín. Por supuesto, no fue una ocurrencia de él, sino el acatamiento a una estrategia organizada, que llevó por esas horas a La Nación a poner en lugar bien visible el título “Presidente de transición”.
Los tanques mediáticos ya habían jugado en forma grosera con el pasado reciente de interrupción de los mandatos constitucionales, que es lo que hacen desde siempre, mediante el despliegue de imágenes del Presidente y el helicóptero que lo traslada. Como ocurre desde hace una década y media, el objetivo principal es Cristina Kirchner, lo que incluye notas, como la de Hernán Cappiello en La Nación, donde expresa confianza en que la “justicia” recupere bríos en su contra, a la luz del resultado electoral. Este “eje del mal” inventado y recreado una y otra vez ubica a La Cámpora en primer lugar y, claro, incluye con frecuencia al gobernador Axel Kicillof.
Títulos y notas son usadas para relatar una y otra vez la secuencia abierta con las renuncias, sin más posibilidad que cambiar los tonos para decir siempre lo mismo: el modelo ideado por “ella” tiene falla de origen y “nada será mejor”, como tituló La Nación. En el regodeo, Morales Solá no se priva de expresar su esperanza en que Sergio Massa deba ceder, después de noviembre, la presidencia de la Cámara de Diputados, dado ese encono especial que tiene con el tigrense, con quien pierde siempre su impostura de “periodista reflexivo”.
Ya a una semana de la derrota, Clarín usó su título principal para atacar la posible reacción gubernamental de la gestión económica, presentándola como una aterrorizadora emisión monetaria. Tampoco en esto hay originalidad: es la mera repetición del relato ultraliberal en pos de un Estado reducido a su mínima expresión, incapaz de siquiera atenuar la desigualdad y sobre todo a merced de las castas más poderosas.
En el cumplimiento de este despliegue, puso bastante esmero Infobae: publicó el sábado una muy extensa nota, que estuvo varias horas en primer plano, para hacerle propaganda al modelo económico de la Fundación Mediterránea, cueva de la carroña económica argenta, laboratorio para las fórmulas más retrógradas, las que más sufrimiento causaron a la Argentina. Acompañó Daniel Marx, peón de poca monta al servicio de los dueños del capital financiero mundial.
El portal insistió el domingo, esta vez recuperando fórmulas de propaganda de la campaña de 2015: recordó la figura del “plan bomba” que, decían estos medios, Cristina Kirchner le preparaba a Macri. Ahora lo prepara Guzmán y, como manda el manual, el ataque está centrado en cualquier tipo de gestión gubernamental que ayude a quienes más padecen la desigualdad.
Tanto esfuerzo en producir el desplazamiento del Gobierno dejó casi olvidadas otras facetas de la campaña mediática opositora, como la que tantos esfuerzos se llevó contra las vacunas y el plan de vacunación. Solo el martes Clarín puso énfasis en consignas ya muchas veces publicadas y en la línea de Elisa Carrió sobre el veneno, al titular que la aprobación de la Sputnik “sigue frenada en la OMS”.
El entusiasmo por las diferencias en el Gobierno llega a cierta imprudencia: algunos columnistas se compadecieron con el renunciante vocero presidencial Juan Pablo Biondi. En ese tren, Roman Lejtman en Infobae relata a qué horas habló con el Presidente, incluye intercambios telefónicos textuales y palabras de Alberto Fernández expresadas en ámbitos reservados. Sin querer, le da la razón a las acusaciones de la Vicepresidenta, este redactor era uno de los que con más insistencia reproducía diálogos y un sinfín de detalles a los que solo puede acceder quien tuviera a su servicio a un colaborador estrecho del Presidente.
En el descontrol que se asocia a los estados de euforia, varias notas dieron toda una postal de época sobre el “periodismo independiente”: Luis Novaresio aportó la genialidad de equiparar a Alberto y Cristina a los Pimpinela, y tan elaborada metáfora encantó a Marcelo Bonelli y Lejtman, que la replicaron.
También falto de ideas, y con talante aún más subdesarrollado, Jorge Grispo en Infobae evocó el producto televisivo House of cards. Jorge Liotti de La Nación se esmeró en dar la imagen más dramática que se pueda imaginar: definió al pronunciamiento de Cristina Kirchner como “carta atómica”. Un verdadero golpe de gracia al periodismo.