Llegar a San Salvador de Jujuy es casi una peripecia. Al bajar del avión, ya se nota un clima desolado en el aeropuerto local. “Esto de los quilombos con las comunidades nos cagó con todo”, dice el taxista que traslada a la delegación a Perico, ciudad donde se hospedó el plantel cervecero y quien firma. Al llegar al hotel “La Cigarra”, el clima es el mismo. “Pasa que han mandado a todos los planeros de Morales a atacar a las comunidades”, sostiene Melisa, la conserje. La sanción de una nueva Constitución provincial entre gallos y medianoches por el gobierno provincial enerva a la mayoría de la población jujeña.
Llegar al estadio 23 de Agosto es otro intríngulis. Cortada la autopista que separa a Perico de San Salvador de Jujuy, el remis compartido atraviesa la ruta que pasa por Ciudad El Carmen. Allí, los manifestantes portan carteles con leyendas como “No toquen a las comunidades. Abajo la reforma”. La llegada al estadio se demora con piquetes intermitentes, que cada diez minutos se abren para que pase el intenso tráfico que separa a la capital jujeña con las ciudades del sur.
La atmósfera parrillera que dota de humo el cielo sansalvadoreño es intensa. La avenida El Éxodo grafica el caótico tránsito que siempre está presente aquí. Al llegar, un pastor católico con una imagen de la virgen de Luján de 48 centímetros de alto se topa con los periodistas: “Estoy esperando a Mario Sciacqua, quien es una persona muy creyente y ha dejado un gran recuerdo aquí. Yo siempre digo que Mario no es un diez de persona, es un mil”.
Mientras tanto, el micro que conduce a la delegación cervecera es víctima del caos de tránsito. “Se demora el inicio del encuentro”, afirman desde el estadio. Quilmes tarda y el reglamento lo ampara. Mientras tanto, el pastor mantiene su tren de confesiones. «Me he entregado a Dios por completo. De hecho, no tuve relaciones con mi esposa durante largo tiempo y ella lo entendió. Pero después me han advertido que no puedo faltar al sagrado voto del sacramento llamado matrimonio», sostiene ante la incrédula mirada de quien firma. «¿Y hoy quién quiere que gane? ¿Quilmes o Gimnasia?», se le pregunta. «Espero que gane el mejor; y si han de tener que necesitar la ayuda espiritual, no duden en llamarme», afirma el siempre servicial amigo de Mario Sciacqua.
Frente al estadio está la Escuela “Centro Polivalente de Arte Profesor Luis Alberto Martínez”. Los egresados 2023 venden choripanes y gaseosas mientras estaciona el micro de Quilmes. Rápido, bajan dirigentes, los jugadores, el cuerpo técnico, los utileros y la jefa de prensa, la infaltable Natalia Lacorte. “Agradecido”, le dice Mario al pastor; y se meten adentro del reducto jujeño.
Los fuegos artificiales reciben a Gimnasia. Una fiesta a la que falta público y revela las tres derrotas consecutivas que arrastra el equipo de Mario Gómez. Mientras tanto, los siete hinchas de Quilmes reciben al equipo con aplausos, tapados por los silbidos locales. En un primer tiempo sin grandes emociones, el frío empieza a ganar terreno en la Tacita de Plata, como se la apoda a la capital de Jujuy.
Para la segunda etapa, “Los Marginados”, ubicados en la tribuna que da espaldas al supermercado Comodín, dan la nota. 14 chicos subidos al alambrado más una marea de humo azul y blanco provocan que Nahuel Viñas no empiece el segundo tiempo. Al rato se calma todo y juegan Gimnasia y Quilmes el complemento.
La gente local se enoja todo el tiempo con casi todo: con la impericia de su equipo, con los porteños y con el referí. A la vez, los gimnasistas ocupados en la tribuna norte, que da espaldas al centro, vuelven a dar un show de fuegos artificiales dignos de un final de campaña de un político en una serie de Netflix.
Quilmes, como un cazador que espera que su presa se descuide, espera. Ajeno a la actualidad jujeña, el equipo de Sciacqua se prepara. En eso, entra Julián Bonetto, casi como sigilosamente se acomoda en el sector derecho del ataque y empieza con sus corridas. Al rato, Tomás Sandoval salta a la cancha. Gimnasia va y choca contra la defensa de Quilmes, en donde Renzo Giampaoli se erige en cada minuto que pasa como la figura de la cancha.
“Julián, tirame el centro que una voy a tener”, le grita Sandoval a Bonetto. Casi como un adivino o un optimista del centro. El nacido en Hughes, en el anteúltimo minuto de la visita de Quilmes a Jujuy, le pega con alma y vida y la bola cruza el húmedo cielo de San Salvador para quedarle justa a la cabeza de Tomás Sandoval. Sin marca, el 20 elige dónde ponerla. El esférico, como un relámpago en la oscuridad, sorprende a casi todos y entra pegado al palo lejano de Chiarini.
Es gol de Quilmes y una montaña azul tapa a Sandoval en el grito tan solitario como bonaerense de la noche norteña. Mientras la todoterreno Natalia Lacorte retrata los festejos cerveceros, algunos jujeños revolean naranjas y pequeñas cosas desde la tribuna norte. A su vez, todo el estadio empieza con el himno “jugadores, la concha de su madre…”. Es el final y todo es alegría quilmeña.
El cuarteto suena en el vestuario de Quilmes y, como puede, inundados de alegría salen Mario Sciacqua, Tomás Sandoval y Renzo Giampaoli a dar testimonios ante los cinco medios de prensa cerveceros que viajaron hasta aquí. La sonrisa de todos es indisimulable. Termina Giampaoli de hablar y los periodistas ganan la calle. Ya es medianoche y no están los hinchas del Lobo ni el pastor ni los pibes de la escuela, que se habrán ido contentos con la recaudación, ni nadie más que algunos policías y vendedores que desarman sus parrillas.
San Salvador de Jujuy vive el viernes por la noche y los jóvenes ganan la calle para ir a los boliches. Mientras esta delegación va hacia la vieja terminal a tomar un remís compartido hacia Perico, se repasa mentalmente: “la noche fue redonda, se hizo un buen trabajo, ganó Quilmes y hubo buenos testimonios”. Solo faltó hablar con el pastor y agradecerle. Él advirtió que iba a pasar todo esto. Al final de cuentas, tenía razón: ganó el mejor.
Publicado en revista INDIOS QUILMES. Edición 628. Descargala acá: