VICTORIA VILLARRUEL: LA SEGUNDA DE MILEI

Victoria Villarruel, flamante diputada junto a Javier Milei, se dice militante de derechos humanos. Fortalezas y debilidades de la nueva cruzada contra el “terrorismo”. Pide “memoria completa”. ¿Qué quedaría de su propuesta si se le quitara esa bandera?

La flamante diputada Victoria Villarruel es hija del militar Eduardo Marcelo Villarruel, quien peleó en Malvinas cuando ella estaba en edad de comenzar la escuela primaria; fue en las islas segundo jefe de la Compañía de Comandos 602, que ella destaca como “la unidad del Ejército con más bajas para el tiempo que estuvo (menos de un mes), donde todos fueron condecorados”. A cargo de ellos estuvo Aldo Rico.

Después de que el carapintada continuara la guerra por otros medios (desde la política a la que desembarcó con su partido MODIN en 1991), Villarruel fue el de más alto rango de esa Compañía en el Ejército a cuyo superior le solicitó distinciones para sus subalternos, previo a excluirse.

El jefe del Estado Mayor que lo recibió fue Martín Balza, otro ex combatiente en las Islas, quien habría de marcar un cambio de actitud en su Fuerza poco antes del 20° aniversario del último golpe de Estado, cuando Victoria saltaba a la mayoría de edad.

Fue recién para el 30° aniversario que ella se sintió segura de encarar la batalla discursiva con la que habría de catapultarse a esta reciente banca de diputada a la que accedió detrás de Javier Milei.

Con ningún antecedente contaba hace tres lustros, más que el de ser abogada, cuando fundó la asociación civil CELTyV: Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas, que funciona en su casa. El título en espejo con el del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) pareció un reconocimiento a una de las entidades con el relato más articulado.

El de Villarruel no era el primer intento de quienes no comulgaban con el juicio y castigo a los represores. En los años ‘80, los Familiares de los Muertos por la Subversión (FAMUS) habían espejado a la Asociación de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas.

Villarruel no estaría sola en este siglo. Su interés era compartido por otros exponentes de una nueva generación entre las que quisieron destacarse Agustín Laje Arrigoni (n. 1989), Nicolás Márquez (n. 1975) o Karina Mujica, que pasó a retiro cuando se descubrió que era una prostituta. De ellos dio precisiones Horacio Verbitsky en 2009.

Así como ellos editaban un libro por año para repetir los mismos conceptos una y otra vez, también publicó el suyo Nahuel Sotelo, otro de los negacionistas que acaba de hacerse de una banca, aunque provincial, por el partido de José L. Espert, como describí en Canje de bancas – El Cohete a la Luna.

De entre ellos, Villarruel quedará como quien más lejos llegó. Es la primera voz con respaldo institucional que tendrá eco nacional para reinvindicar algo que nadie apoyó con su voto, porque no fue ése su atractivo electoral sino el de Milei, que pasa más por las formas que por el contenido.

No obstante, sería consecuente que llevara al Congreso los planteos de su libro, Los otros muertos, co editado con Carlos Manfroni, ex funcionario con participación en actividades del servicio de información de la Embajada de EE.UU., un colaborador de la defensa de la automotriz Ford, con antecedentes reaccionarios que motivaron que el músico de rock más popular del país le dedicara una carta por la que en 2015 se sintió obligado a renunciar: El mensaje del diablo (la carta de Charly García).

Esa labor de quien comanda El Cohete explica porqué Villarruel se refiere a Verbitsky cada vez, como cuando (junto a Gabriel Levinas) repite la mentira de que era segundo jefe de Inteligencia:

Desde 1h 10′

¿Qué dice su libro?

Su tesis es que los juicios a la represión ilegal de la última dictadura son parciales porque no juzgaron a las fuerzas insurgentes que también mataron. Busca impresionar con una cifra que ronda la mitad de los treinta mil.

En sus últimas declaraciones dijo que “el terrorismo” es responsable de 17382 víctimas, a las que cuantifica así:

  • 1094 muertos
  • 2368 heridos
  • 756 secuestrados

Le suma a pasajeros de aviones secuestrados aun cuando saliesen ilesos, o a quienes recibieron “amenazas telefónicas”. ¿Cuántas más víctimas tendría entonces el campo popular si sumase el estrés de soportar este país de golpes de Estado en cada década o gatillo fácil recurrente?

Si se buscan especificaciones en su web, sólo se hallarán algunos recortes de diarios: Las víctimas – CELTYV

Los puntos flojos

Villarruel sugiere que podrían ser más; se escuda en que “no hemos incluido los casos de quienes no teníamos todos los datos”; adjunta entre las páginas 191 a 319 una lista con atentados que atribuye a las guerrillas pero, al ser auscultada, evidencia tergiversaciones:

  • Incluyó 1048 heridos o muertos como “NN” cuando es imposible que el Estado tenga denuncias contra la guerrilla sin los nombres de las víctimas.
  • Desde las primeras cinco hojas (antes de la fecha del Aramburazo), en 155 de 168 hechos (más del 92%) no pudo señalar la autoría de ninguna guerrilla.
  • Atribuye dos muertes en 1969 a los Montoneros, cuando esa organización surgió en 1970.
  • Endilga un muerto sin nombre, el 15-12-69, al ERP, que aún no existía.
  • En la primera hoja atribuye a la guerrilla diez muertos el 29-05-69, o sea, en el Cordobazo, cuando los disparos provenían del Ejército.
  • Algo análogo hizo con los 17 heridos del 17-09-69. No dice que ése fue el último día del segundo Rosariazo cuando el poder militar reprimió.
  • De tales jornadas antidictadura, menciona tres muertos: José Carlos Gigieri, Paula de García y Ruben Angel Barrios. Del primero no hay nada en red; la segunda es Paula Alonso, muerta en la puerta de su casa por una bala policial, y Barrios era un chico de 13 años asesinado por un personal civil que baleó a quienes armaban una barricada, como relató la docente que conservó su foto aquí El rostro robado durante el Rosariazo que volvió a casa 40 años después – Diario El Ciudadano
  • Villarruel enumera diez NN secuestrados el mismo día de marzo de 1970 en Buenos Aires y otro medio centenar en julio, como si fueran en un transporte común pero no da más precisiones.
  • Sí brinda dos hojas de nombres de “secuestrados” el Chubut el 15-08-72. Ese fue el día de la toma del avión en que fugaron los presos de Trelew, por lo que debe suponerse que se refiere a los pasajeros que resultaron ilesos.
  • Otras dos hojas le fueron necesarias para enlistar a los NN heridos el 10 de noviembre de 1970 en Tucumán. En ese Tucumanazo, las balas también provinieron de las fuerzas de seguridad.
  • Agregó seis hojas con los heridos del 15-03-71. Fue la jornada del Viborazo.
  • Da a Alejandro Giovenco (CNU), Norma Kennedy y otros como heridos por los Montoneros el 11-11-71, cuando en verdad se dispararon dentro de un local partidario por una interna entre la derecha peronista.
  • El 10-03-73 no puede atribuir a ninguna guerrilla los dos NN muertos en Jujuy, provincia donde no activaba organización insurgente alguna.
  • También endilga a la guerrilla la masacre de Ezeiza: llega a dar los nombres de víctimas como Horacio Obregoso, que en verdad era miembro de la JP-Tendencia. Acusa a una fracción del ERP, que ni siquiera estuvo. Se toma cinco hojas para nombrar a cada herido pero no se digna a deslizar siquiera que fueron baleados por la extrema derecha que había copado los palcos, el hogar escuela, el hotel y hasta las tarimas en las árboles.
  • Al incluir los tiros contra Eustaquio Tolosa, de Avellaneda, queda desmentida por el sindicalista que, en aquel marzo de 1975, los atribuyó a la interna contra César Loza.
  • Sobre la toma de Formosa, enumera dos hojas de NN secuestrados, hay que suponer que serían los pasajeros del avión tomado, con lo cual quedan equiparados a los soldados acribillados.

De otros episodios que enumera, podría excusarse en la carencia de un conocimiento al que arriban sólo los periodistas minuciosos. Lo que no responde entonces es porqué se lanzó a escribir al respecto en dos libros (el otro era Los llaman… “jóvenes idealistas”, de 2010).

Los libros de 2014 y 2010.
  • De marzo de 1975, incluyó a Jorge Montiel y a Martín Rico (de Quilmes, esposo de la entonces directora de la Escuela Media 5 de Ezpeleta). Sobre el primero, Villarruel no aporta nada más que su “secuestro”; del segundo dice que lo mató Montoneros. En verdad ambos militares investigaban a la Triple A, y fueron muertos por personal que no quería que diesen a conocer el vínculo con el Ejército. Rico no recibió un ascenso post mortem que se estilaba ni fue incluido en el memorial que ocupa el mural de ingreso al edificio Libertador. No fueron muertos por la guerrilla.
  • Del 11 de abril de ese año, Villarruel enumera tres muertes con los nombres mal escritos, aunque se adivina que son los Demetrios Tomás Tarazzi; Rubén René Colorado Federico y el Flaco Simón Schumovich, de la conducción del Encuadramiento, carbonizados en un auto luego de firmar una solicitada contra las políticas de López Rega. No fueron muertos por la guerrilla.

Una excusación

En entrevistas televisadas, Villarruel ha declarado que su padre estaba en el Comando de Sanidad cuando el ERP asaltó la unidad en septiembre de 1973: “Convalecía antes de ir a la Antártida, y quedó como rehén, atado con alambre y con un revólver a la cabeza”.

Habla de Sanidad luego de los 13 minutos.

Consulté sobre tal posibilidad a un participante de aquella toma:

“Hubo muchos rehenes esa noche, soldados, oficiales y suboficiales. Es mentira que estuvieron de rodillas atados con alambre. Estaban acostados o sentados en el hall principal y no había nadie apuntándoles una pistola en la cabeza. Por supuesto, un compañero los vigilaba. No estaban atados con alambre de pies y manos sino con sogas sólo en las manos. No tengo idea de si estaba su padre, aunque puede ser”.

Alberto Elizalde Leal

Otro de los participantes, Eduardo Anguita, escribió en su libro La Voluntad que la toma fracasó cuando dos guardias se desataron y corrieron a avisar a la cercana comisaría. Sin haber disparado un tiro, en su primera acción, Anguita quedó preso por más de una década, durante la cual le desaparecieron a su mamá.

Villarruel no menciona en su libro de 2014 a ningún secuestrado ni retenido en el asalto a Sanidad; ni siquiera como NN. Hizo pública esa versión luego de que su padre falleciera durante la pandemia que también se llevó a Isaac Barrios (padre de un niño de tres años asesinado por una bala perdida en diciembre de 1977) quien la secundó como vicepresidente de CELTyV hasta su muerte en abril de 2021. A Barrios lo mantuvo medio escondido, detrás de cámaras, cuando ella era la figura entrevistada.

Sus tres pilares

Así como la mayoría de la sociedad decantó su conciencia colectiva en torno a memoria, verdad y justicia, Villarruel opta por “verdad, justicia y reparación”. Este canje de memoria por algo de dinero puede corroborarse en las varias entrevistas disponibles en youtube.

Aun cuando ante las cámaras luce entrenada, la memoria no es su fuerte. A veces, sin leer, afirma que “Ernihold y Saborido murieron cuando les explotó una bomba”. En realidad, Jacinto Saborido y Eduardo Ernihold salieron de Quilmes y fueron baleados en Banfield por el hijo del mayor Jaime Gimeno a quien esos combatientes del ERP acababan de matar en retaliación de los 16 fusilados en Catamarca, a un mes y medio de la muerte de Perón.

En algún caso, es probable que repita mentiras sólo por falta de actualización, como cuando refiere que Paco Urondo murió por tomarse una pastilla de cianuro, cuando ya un proceso judicial demostró que fue muerto a culatazos.

(ver minuto 14’). También en esa emisión de 2018 se refirió a Verbitsky en el corte 21’20 y en el 26’55’

Otras repeticiones que pugnan por ser convertidas en verdades es que Eduardo Luis Duhalde fue montonero o que Nilda Garré fue guerrillera (minuto 42’45, donde otra vez insiste contra HV).

Tampoco es precisa su memoria a la hora de escribir. Se entiende que meta en la misma bolsa al ERP con el ERP-22 cuando se refiere al atentado contra el juez Jorge Quiroja; incluso algún desliz (como cuando tipea “Hom” el apellido del policía Adolfo Francisco Horn, en el caso que se refiera al herido en la barranca de Quilmes el 25 de julio de 1975), pero cuando cita el crimen contra el empresario petrolero León Domenech, señala “heridos” sin nombrarlos, ya que en su ligereza se “olvidó” de esos policías baleados en Varela Rinco, Schiaga y Prince, mencionados en el diario El Sol del 13 de septiembre de 1975.

En otros casos, se contradice. Escribió que al quilmeño Antonio Muscat, gerente de Bunge&Born, lo mató el ERP-22 (pág 266) pero en la tapa había afirmado que fueron los Montoneros.

“Inocentes”

Para discutir, Villarruel toma como parámetro el Memorial de la Costanera y señala que allí se recuerda a gente que no está desaparecida, que murió armando una bomba o fue ejecutada por sus compañeros. Señala casos en donde es fácil obtener la razón. Incluso diferencia “desaparecidos” de “muertos en combate”, porque de verdad cree que merecen trato diferente. Ella integra un colectivo que tabula como víctima a quienes no hacían nada y, entonces sí, la muerte les llegó de forma injusta. “Quienes han hecho uso de la violencia no merecen homenaje ni memoria”, sería su resumen.

Lo mismo podría decirse de los incluidos en su libro: pistoleros como Martín Salas y Félix Navazo, de CNU, fotografiados mientras disparaban a la multitud en la emboscada de Ezeiza, entre otros crímenes que se le adjudicaban, como haber matado al estudiante Hugo Hansen durante la toma de la Facultad en Lomas de Zamora. O el secuestrado (2-12-73) Angel de Bonis, de quien la organización FAL denunció que proveía armas a los fascistas del CdeO y la JSP en Avellaneda y Lanús. Aunque nada de eso llegó a ser probado ante un jurado imparcial y desapasionado.

Fortalezas

A pesar de los huecos que su trabajo evidencia con sólo reparar en la letra chica, Villarruel es quien tiene más chances de jugar en las mismas ligas internacionales que Gloria Alvarez Cross, de Guatemala, concebida como la contracara de la izquierdista Camila Vallejos, de Chile. Son jóvenes blancas, delgadas, de ojos claros, responden al modelo heteronormativo; dan bien en cámaras… pueden ser usadas como vehículos de ideología.

Vallejos, con su contracara, también autora de un libro: El engaño populista.

Con CELTyV, Villarruel participó más de una vez del Young Ambassadors Program invitados por Strength to Strength; es un programa para jóvenes víctimas del terrorismo, contra ellos o sus familias. Durante una semana comparten actividades con participantes de Francia, España, Israel, Irlanda del Norte, Estados Unidos, donde fueron recibidos por el comisionado O’Neill en el cuartel central de Policía de New York:

Agustina D’Amico, “nieta del coronel asesinado por Montoneros en 1976”, el Comisionado policial de NY y Villarruel, hace tres años.

En estos quince años, superó su inseguridad ante la prensa, mejoró su desenvoltura, afirmó su voz, se centra en el mensaje que quiere transmitir, se para en el paradigma opuesto en pos de hallarle la contradicción; encontró excepciones en la memoria de los reivindicados por los organismos de derechos humanos… Si pusiera ese esmero en legislar a favor del pueblo, no tendría nada de criticable su ingreso al Congreso por la puerta derecha.

El 16 de noviembre 2021 comentó que sumó para sus viajes a Iara, la hija de Nisman (13′).

Es de esperar que presentase un proyecto de subvención a las familias de las víctimas de la violencia política de hace medio siglo. Ya lo había intentado la diputada Nora Guinzburg (PRO) con 677 casos en un periodo de tres décadas que cubría desde 1960 hasta la toma de La Tablada (1989).

¿Qué pasaría si el peronismo se le adelantara a indemnizar a los familiares de soldados de Formosa? Son una decena que contrasta mucho con la baja de un solo teniente, en una desproporción muy parecida a la que aplicaron en Malvinas, donde los oficiales se recluían mientras mandaban a los pibes al frente.

Ese es un debate que no podría superar. El de la tragedia generalizada a partir de la irresponsabilidad de la conducción militar a cargo de una tarea que los superaba: consolidar el orden capitalista de explotación y concentración de la riqueza, que ya entonces se vislumbraba tan agobiante que movió a muchos a arriesgar sus vidas en pos de detenerlo, pero que ahora se ven compelidos a responder por la muerte de otros pobres con menos suerte, menos responsabilidad y menos recursos con los cuales mantener viva su memoria; una memoria que Villarruel quiere detentar desde lo nominal pero no desde lo social, porque quienes sostienen a CELTyV quieren vaciar de contenido las justas luchas por las cuales tantos cayeron; tantos que se dificulta la precisión numérica en torno a los 30 mil o a los 1094.

¿Qué quedaría de la diputada si se le quitara esa bandera?

Basta ver de qué habla cuando visita los estudios amigables, como el de Viviana Canosa, quien la presenta como «una mujer de armas llevar/tomar» para que comparta el discurso de los antivacunas:

A los 3′ dice «soy abogada de derechos humanos».

Sólo le queda la crítica a las feministas, el menosprecio a la enorme marea verde y un esquive de la responsabilidad cuando se le pregunta por el custodio que corrió a desenfundar un arma en pleno acto cuando ella iniciaba su primer discurso como legisladora electa: “Me han dicho que no está más”.

“Me han dicho…”. Así de simple. Le faltó agregar “desapareció”.

Actualización

(Por Página/12) Villarruel es hija del teniente coronel retirado Eduardo Marcelo Villarruel, fallecido en 2021, veterano de Malvinas donde fue el segundo jefe de la Compañía de Comandos 602, que comandaba el golpista Aldo Rico; participó en el Operativo Independencia en 1975. Es nieta -por parte de madre- del contralmirante Laurio Hedelvio Destéfani, fallecido en 2017, quien fue historiador naval y autor de los diez tomos de la Historia Marítima Argentina.

Victoria Villarruel se recibió de abogada en la UBA y como técnica de seguridad urbana de la Universidad Tecnológica Nacional. Durante 2008 realizó un curso de coordinación interinstitucional y lucha contra el terrorismo en el Centro de Estudios de Defensa Hemisférica William J. Perry, una institución dependiente de la Universidad de Defensa Nacional establecida en Washington D. C.


2 Respuestas a “VICTORIA VILLARRUEL: LA SEGUNDA DE MILEI”

  1. Respecto a lo que dice acà «¿Qué pasaría si el peronismo se le adelantara a indemnizar a los familiares de soldados de Formosa?, son una decena que contrasta mucho con la baja de un solo teniente, en una desproporción muy parecida a la que aplicaron en Malvinas, donde los oficiales se recluían mientras mandaban a los pibes al frente». Entonces si pasara ahora ese episodio, Cristina, Màximo, Massa, Alberto, Donda, Wado, Rossi, Kicillof, etc, etc, etc, etc, estos patriotas irìan al frente con los (acà de paso le corregì el artìculo que lo escribiò mal) les pibes? Incluyo alguna mujer porque la igualdad de gènero es eso, la mujer es igual que el hombre en derechos y obligaciones. ¿Verìamos a todos estos patriotas en el frente atrincherados a diferencia de esos generales que no lo hicieron? Por qué se rindió Videla si la idea era mandar a morir chiquilines por què sì? ¿Qué hubiera hecho el peronismo si les hubiera pasado a ellos, es decir, que ahora en estos últimos 15 años de peronismo hubieran tenido otra invasiòn de los ingleses o el país que sea a màs territorio argentino en las Malvinas? ¿Què hubiera hecho el peronismo?? ¿Hubiera iniciado un conflicto armado? Si lo hubiera iniciado cuando ya no tuviera soldados preparados para mandar, ¿qué hubiera hecho cuando el alto mando del ejército le hubiera dado la noticia que ya no habìa recursos, que para seguir habrìa que reclutar nuevos soldados de forma urgente?

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