- Nota de de opinión escrita para la revista DRF, por el Dr. Santiago García Scardigno, precandidato a consejero escolar por la UCR, en las PASO, por la lista 132 que lleva a Martiniano Molina como precandidato a Intendente.
«La búsqueda de consensos recorre un camino que no se cruza con el relato político que arman los dirigentes para transmitir un mensaje. Bajo ningún aspecto el relato puede influir en los acuerdos políticos para definir lo que “le importa” a la dirigencia; en el último tiempo lo que a los dirigentes les interesa son las ventajas personales en lugar de diseñar políticas a largo plazo que saquen a la Argentina del rango africano que hoy ocupa. Por esto mismo es que ‘la grieta’ no existe en estos ámbitos; es una construcción que han hecho los medios para separar a los dos grandes polos electorales que tiene nuestro país, y que no vienen logrando mejorar la vida de nuestros compatriotas porque ocupan el rol del enemigo en los asuntos importantes y transan en temas personales. De todas formas, acá no voy a hacer un discurso ‘anti casta’, porque es un callejón sin salida.
Antes de adentrarnos en este texto, es pertinente despojarnos de la carga negativa que tiene ‘el relato’. En general, se lo toma como una mentira que construyen determinados sectores políticos. Pero, creo, es una construcción compuesta por fragmentos de la realidad que utilizan algunos dirigentes, es decir que son verdades a medias. Lejos estaremos de analizar si eso es correcto o incorrecto, pero es un hecho que tiene resultados efectivos a la hora de fidelizar.
El relato tiene vital importancia a la hora de solidificar a un grupo o construir mayorías políticas. Si el espacio político carece de una narrativa seductora, es posible dure una elección. En este aspecto, los partidos políticos con más cantidad de años tienen ventaja respecto a los nuevos, debido a que pueden apelar a momentos históricos determinados para compararlos con el presente. Esta ‘narrativa’ que por definición es más larga que un relato, debe decantarse en pequeños relatos para que sea más sencillo digerir.
Que el kirchnerismo es uno de los fracasos económicos y sociales más grandes de la historia argentina no es una novedad, me atrevo a decir que es un dato, pero también es cierto que durante 20 años fue tan exitoso en términos de fidelidad popular que podría ser comparable con los gobiernos de Hipólito Yrigoyen o Juan Perón. El relato kirchnerista es el mejor ejemplo de lo que intento explicar, porque contiene parcialidades históricas que se utilizaron para consolidar a una militancia que camina el territorio y sale a convencer en todas las elecciones. Tiene un componente histórico, haciendo referencia al neoliberalismo/menemismo, a la dictadura y al imperialismo norteamericano.
Ahora bien: ¿Cómo es posible que la militancia no repare en aplaudir a Cristina Fernández al hablar de estatizaciones, cuando en los años ’90 era defensora de las privatizaciones de Carlos Menem? ¿Cómo es posible que La Cámpora hable de Derechos Humanos cuando el matrimonio Kirchner se enriqueció con la circular 1050 de la dictadura y el peronismo se opuso a la CONADEP y al Juicio a las Juntas? ¿Cómo es posible que se hable de desendeudamiento cuando se le pagó al FMI para tomar deuda con Venezuela a tasas más altas?
Todos esos interrogantes encuentran respuesta en un buen relato.
El próximo gobierno que, es posible que no sea kirchnerista, debería construir su narrativa apelando a la historia reciente. Esto no quiere decir que haya que apartarse de la búsqueda de acuerdos para conseguir las tan ansiadas políticas de Estado, como señalé al principio, que algunos venimos pidiendo hace años, sino que este discurso servirá para aceitar las herramientas de los militantes y no sufrir tanto el desgaste de imagen al que expone la gestión de gobierno.
Los partidos nuevos, como el de Javier Milei, necesitan construir un discurso haciendo referencia a momentos o personajes históricos, y en este sentido, el candidato a Presidente por “La Libertad Avanza” suele citar a distintos hombres del liberalismo, especialmente a Juan Bautista Alberdi. Por su parte, el PRO, que ya dejó de ser un joven partido, tiene un discurso que se destaca por su simpleza y búsqueda de buenos ejemplos en la gestión reciente de gobierno, pero también ha buscado en el siglo pasado a personas en quienes referenciarse, ahí es donde aparece Arturo Frondizi, un expresidente que el radicalismo no suele tener colgado en los cuadros de los comités. El radicalismo, de larga historia, apela a sus dirigentes para sacar pecho puertas adentro de los edificios partidarios, aunque todavía no hemos juntado suficiente valor para salir a decirle a la sociedad que hay solo dos partidos políticos en Argentina.
Es fundamental para los tiempos que se avecinan que cada espacio construya un relato que permita a la militancia sentirse identificada y al proyecto político durar en el tiempo a pesar del desgaste. Este puede estar compuesto por: la diferenciación respecto a sus adversarios políticos, o por buenas políticas o por la postura de víctima frente a embates de otros sectores políticos, o todo al mismo tiempo. Casi todo es válido a la hora de armar una narrativa que sostenga a las reformas que deberían ir logrando los representantes del pueblo.
Hace poco escuché con mucha preocupación lo que dijo mi correligionario Martín Lousteau, a quien considero uno de los mejores políticos de Argentina, respecto a la historia del radicalismo, donde señala que aconseja a los jóvenes que dejen de citar a los grandes muertos que tiene la UCR. Que esos próceres sólo sirven de inspiración para ir al frente con las agallas que han tenido en su época. Yo discrepo con esto, porque hacer hincapié en tus referentes históricos es la manera más sencilla de construir conceptos que puedan resumir a la doctrina del partido y permita ubicarse (si es necesario) en la vereda opuesta al adversario político. El activo más grande para construir un relato que tienen los partidos añosos como la UCR, el PJ y el PRO es la historia; renegar de ella es también una irresponsabilidad política muy grave».

