ALCIRA PRESENTO EL LIBRO DE SU VIDA

Alcira Juárez milita en derechos humanos a partir de la desaparición de su marido Manuel Coley Robles, secuestrado en el Pozo de Quilmes. Con ayuda de Leandro y Hugo Leguizamón, contó su vida en un libro que lleva su nombre de pila y fue presentado en el local del Partido Intransigente este lunes.

“Fueron muchas emociones. Si hubiese sido de otra forma, no lo hubiese logrado nunca. Para mí, fue un logro. Sentí que lo que estaba haciendo era para él. Yo hasta hoy sigo pensando y diciendo cada noche que las cosas que hago son por él y gracias a él. Yo no he tenido otra vida, no he tenido una vida como cualquier otro chico. No es que le debiera nada, no es un sentimiento de deuda, es más bien algo, un bien que yo adquirí de él, a partir del cual aprendí a defenderme”.

Capítulo: La despedida, p. 169.

Por Leandro Leguizamón

Aparte de ser una frase emotiva, permite reflexionar acerca de varias cuestiones, que podemos ligar con el contexto actual. Son de destacar al menos dos cosas, que se desprenden de lo dicho acá por Alcira. En primer lugar, el hecho de que ella remarque que su hacer, las cosas que ella ha hecho y sigue haciendo, y que a fin de cuentas la han convertido en la persona que es y conocemos, son el fruto de un bien, de una especie de don que le fue dado por otro, en este caso Manuel. Pero no de un otro sin más, sino asimismo de una historia y de una experiencia vinculadas a él, y que, por las razones que ya sabemos, no excluyen el dolor. Este es un rasgo que la distingue no sólo a ella, sino también a todas las personas que han sido víctimas directas del terrorismo de estado pero que, hoy en día, siguen sosteniendo una lucha por la memoria, la verdad y la justicia. Me refiero en particular al trabajo de Madres y Abuelas.

La lucha es siempre por un otro, lo que uno es adquiere sentido a partir de ese otro, al que nos resistimos a librarlo al olvido y queremos mantener presente. Y esto sería además un bien, un don, en el sentido de que, de algún modo, nos transforma, nos convierte en una determinada persona. La lectura del libro permite conocer a Alcira como es: una persona sencilla, humilde, de una enorme dignidad y empatía para con los demás, incansable en su lucha, en su estar presente. Y, de alguna manera, todo eso que hace de Alcira quien es, según ella dice, en parte es gracias a Manuel y su historia.

El PI brindó su local para la presentación.

Por otro lado, habría que hacer hincapié en la cuestión de la experiencia, antes mencionada. Este es un libro basado en una serie de conversaciones, y la transposición al formato escrito no implica la pérdida de esa fuente oral de la que nace, sino su conservación. Lo que aparece en el texto es la voz de Alcira. Una voz que narra desde la experiencia y que cuenta una experiencia de vida, signada en muchos casos por la desgracia, pero también por momentos felices. Digo esto porque, de algún modo, al menos como una suerte de propósito inconsciente, en tanto surge del momento posterior de la lectura, el libro quiere replicar esta situación que Alcira refiere respecto de su obrar como un bien que ha sido otorgado por un otro. ¿Cómo sería esto?

Quien conoce, siquiera un poco, la lucha de abuelas y madres, puede llegar a sentir algo parecido a lo que produce escuchar y leer a Alcira contar su historia. Ellas son un ejemplo de lucha y de resistencia. Desde que uno ve lo que han hecho contra la impunidad y la injusticia, y lo que aún siguen haciendo hoy en día, pese a la edad que tienen, la resignación ya no sería una opción posible, a menos que seamos sujetos con muy poca vergüenza. Hay una sabiduría
de vida en estas mujeres, entre ellas Alcira. Cuando ella cuenta su historia, nos está hablando de esa sabiduría, y de algún modo, lo haya pensado o no, esa sabiduría, desde el momento en que es expresada, quiere a su vez ser transmitida a otros (los lectores, en este caso).

La hija de Alcira. También asistieron la nieta y su biznieto.

De nuevo aparece aquí, entonces, la idea de algo que pasa, que se transmite de un lugar a otro. Hay un pensador muy importante del siglo XX, que dice que un narrador, en tanto alguien que reúne a otros para contarle una historia, una experiencia, es alguien que, además, “tiene consejos que dar al oyente”. No sé si hablaría de consejos, pero sí, como decía antes, de una cierta sabiduría que quiere transmitirse. Hay a su vez otro pensador que toma esta idea y dice
que “los consejos no prometen soluciones fáciles a los problemas. Son, más bien, propuestas sobre cómo se puede continuar una historia”.

La transmisión implica continuidad. A la desaparición de personas se opone la continuidad de los reclamos por verdad y justicia, al olvido se opone la continuidad de la memoria. Hoy en día, por el contrario, uno escucha mucho hablar de que “hay que terminar con esto”, de que hay que hacer “un punto y aparte” para comenzar de cero. Además de ser una ilusión, porque nunca se comienza de cero, no se puede borrar la historia, cada cosa hecha es irrevocable, estas afirmaciones se oponen a la idea de continuidad. Más bien quieren discontinuar, quieren hacer como que lo que pasó en realidad no pasó, o no fue así, o que en todo caso tampoco importaría demasiado.

Con Ramona Albornoz (PRT) y Lucrecia Monteagudo (PI)

Además, escuchamos mucho discurso violento, mucho insulto y denigración. El otro no es alguien de quien podríamos recibir un bien, sino alguien que hay que destruir. Y el otro no designa en este caso sólo a personas, sino también, por ejemplo, a la naturaleza. Según esta lógica, estaría bien que se haya eliminado al otro, estaría bien construir cárceles para encerrar al otro, estaría bien contaminar ríos, porque todo esto se hace en nombre de la libertad. La libertad sería, así, la libertad de hacer lo que se quiere con el otro, siempre en pos del beneficio propio.

A la eliminación de la continuidad se suma, así, la eliminación del otro. De ese modo, ya no habría nadie de quien uno podría recibir un bien, una sabiduría, porque la experiencia asociada a ese otro, y de la cual se desprende esa sabiduría, tampoco existirían ni habrían existido, ya que han sido discontinuadas, olvidadas. Lo que en verdad importa es el
ahora de la satisfacción inmediata. Para estos personajes lo único importante son ellos, su propio rédito a obtener ahora, ya. Para ellos no hay pasado ni futuro. No hay, por ende, continuidad. De allí que no puedan tener ningún tipo de empatía para con el otro, y que solo lo piensen en términos de alguien que viene a obstaculizar sus deseos. Por eso, lo que buscan es eliminar al otro, para que deje de obstaculizar.

Hugo Leguizamón, con la remera del Encuentro por la Memoria de Berazategui

Las vidas ejemplares de personas como Alcira nos llaman en cambio a sostener una continuidad fundamentada en la preocupación y el cuidado hacia los demás. Si ella es esa persona que uno puede conocer a partir de la escucha/ lectura de su vida, con toda su dignidad, humildad, su preocupación y afecto por quienes quiere y por quienes la rodean, si es esa persona, en parte lo es, como dice ella, gracias a ese bien que recibió de otra persona, Manuel, y que fue transmitido de él hacia ella. Esa transmisión, como decía antes, no excluye el dolor, la adversidad. Alcira ha tenido que aprender también de eso. Pero esto tiene que ver con lo dicho antes sobre el consejo, puesto que la sabiduría ejemplar de Alcira, así como la de luchadoras como abuelas y madres, no nos dicen qué es lo que hay que hacer, ni cómo debemos actuar, sino que son más bien un llamado a continuar una historia; ésa misma historia que hoy en día se quiere borrar, eliminar, y que implica las vidas de innumerables personas, de innumerables otros, cuya existencia también quiere negarse.

Así, del mismo modo que a Alcira le fue transmitido este don por Manuel, y que hizo de ella la luchadora que es y sigue siendo hoy en día, la historia ejemplar de su vida también nos transmite esa sabiduría que ella adquirió, esa potencia, esa persistencia. Leer y conocer sobre su historia de vida no nos va a resolver todos los problemas, pero sí nos va a impeler a continuar una historia, pese a todas las adversidades que ello suponga, y a hacerlo siempre desde la empatía hacia los otros, algo que falta tanto hoy en día, y que quizás esté en la raíz de muchos de los problemas que tenemos. Así, de ese otro que es Alcira habremos recibido el bien, el don, la sabiduría para continuar la historia, para preservar la memoria, similar a como ella hizo en relación a Manuel.

Entre los asistentes estuvieron el diputado nacional (mc) Gustavo Cardesa, familiares de desaparecidos como Silvina Estigarría, Silvia Rivera, Pancho y Mary Leyes, la docente Viviana Buscaglia (ATE), Luis Chester Minio, Eusebio Canalis, Rodolfo Rudy Calvo (PI), Fabio Nitzlnader, el periodista Carlos Taphanel, la sobreviviente Graciela Schulman y Nora Huertas, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, Mónica Paz, del Encuentro por la Memoria, Verdad y Justicia de Berazategui, además del ex Director de Museos quilmeños Rodolfo Cabral, de la Comisión de Estudios Históricos de Berazategui.

Las presentaciones previas fueron en Varela y en Berazategui:


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