Hoy a un hombre que conocí en la trinchera de la lucha sindical: Alfredo Ferraresi; un hombre de convicciones firmes, un militante de los que ya no abundan. Su lealtad al peronismo, su entrega incansable al servicio de los trabajadores, es algo que nunca olvidaremos. Alfredo jamás dudó del camino que trazamos para la liberación del pueblo, siempre estuvo ahí, codo a codo, defendiendo los derechos de aquellos a quienes les debemos todo.
Por eso me cuesta entender cómo su hijo, Jorge Ferraresi, puede estar actuando de la manera en que lo hace. En estos tiempos duros, donde la patria clama por soluciones, por unidad y por justicia social, es inadmisible ver cómo se permite una interna que divide y lastima. Más difícil aún es comprender cómo compañeros y compañeras de Quilmes, aquellos que han compartido este sueño de justicia, se prestan a este juego que sólo favorece a los enemigos del pueblo.
Mientras el pueblo sufre, mientras los precios de los alimentos suben sin parar y el conurbano se ve golpeado como nunca, pareciera que algunos han olvidado cuál es nuestra misión. ¡Nuestra prioridad siempre debe ser el pueblo! Sin embargo, lo que vemos es una desconexión de esas prioridades. Están enfocados en disputas internas, en defender intereses que no son los del pueblo trabajador, sino los de sectores que responden a otros fines, espurios, mezquinos, ajenos a la causa nacional y popular.
Nos encontramos en una situación en la que el pueblo nos necesita más que nunca, en la que debemos estar todos juntos, unidos y organizados para enfrentar a quienes nos oprimen. Sin embargo, lo que tenemos enfrente es una interna innecesaria que nos debilita. Mientras la desidia del gobierno nacional está llevando al país al borde del abismo, algunos se entretienen en operaciones que sólo dividen y fracturan al movimiento.
Hoy más que nunca, el peronismo debe retomar el rumbo de la unidad, de la solidaridad, de la lucha por una patria libre, justa y soberana.