Bajo la simbólica lluvia de este miércoles, funcionarios municipales y militantes de derechos humanos recordaron a Víctor Taboada (ERP), el primer desaparecido de Quilmes hace medio siglo. Aquel crimen en tiempos de la AAA, formó parte de la retahíla que siguió a la muerte de Juan Perón, la toma de cuarteles, los fusilamientos ilegales por parte del ejército, la retaliación del PRT, la muerte en combate de guerrilleros y la posterior cacería de militantes que terminó con torturas, la muerte de Taboada y el robo de su cadáver.
Sin saber que habría de morir, el mayor de bigote, piel cetrina y pelo al ras, salió sin uniforme rumbo al Hospital Militar. El 7 de octubre de 1974, a las 7.40, sacó su Falcon de la cochera del edificio en Banfield. Vio acercarse una pick up gris y otro auto rojo con armas largas fuera de las ventanillas, por Yrigoyen y Aráoz. Sacó su revólver y, mientras maniobraba en zigzag, disparó.
Los tiros alertaron al hijo mayor, quien corrió a buscar su arma.
Jacinto Alonso Saborido debía acertarle sin que pararan su auto.
–Frená. ¡Frená!
Quien frenó no entendía porqué Saborido quiso bajar; quedar de pie para apuntar, ver al mayor caer sobre el volante y, él también, morir por los disparos del hijo Guillermo desde el balcón.
Del auto de apoyo bajaron Arístides y Eduardo, corrieron por él pero fueron heridos. Como pudo, Eduardo arrojó una granada que llegó sólo hasta la vereda.
Otros tres, en la camioneta, aceleraron; cruzaron las vías; chocaron un camión estacionado; subieron a la vereda, en el salto, perdieron una ametralladora; bajaron a recuperarla y huyeron.
Cuando un patrullero llegó, pudo corroborarse:
–El muerto tenía cinta adhesiva sobre las huellas digitales.
–Los otros dos serán llevados al hospital Gandulfo, de Lomas.
Suárez murió en el camino. Ernihold fue desviado al puesto de Camineros. Ocho horas después, rumbo a Olmos, llegó muerto.
El militar era un bioquímico jefe en Sanidad; según el Ejército:
–Jaime Gimeno, nacido en Salta en 1920, llegó a mayor en 1967. Relevó documentación en la Jefatura I de Inteligencia…
Por ese dato del diario, alguien le explicaba a un periodista:
–Es la represalia por los fusilamientos en Catamarca. Después de la muerte de Perón, en la primera toma de cuarteles a mediados de agosto, el general Luciano Menéndez rodeó a 16 y, con la promesa de un juicio justo, les hizo bajar las armas para entregarse. Los fusiló. Por eso, nosotros salimos a buscar a 16 del Ejército.
Dos días después, la familia Suárez debió ir a la morgue de La Plata cuando trascendió la identidad de Arístides Benjamín, de 20 años. Eduardo Ernihold, tenía 22.
A las 20.45 de la noche siguiente, una decena de jóvenes en la puerta del colegio Chaparral pidieron hablar con el director.
–En este momento no se encuentra. Está el subdirector –les respondieron.
Entraron durante el recreo. Sin violencia, bajaron la bandera e izaron otra, mitad blanca y mitad celeste, como la de los Andes, con una estrella roja en el centro y la sigla del ERP; esta vez, flameó atravesada por una cruz en cinta de negro luto.
–Tomen, es por el hermano de otro compañero que estudió acá.
Los panfletos repartidos criticaban al capitalismo y recordaban la muerte de Arístides Suárez, cuya madre vivía al otro lado de las vías.
Cuando llegó, el director se apuró a salir hacia la Comisaría 2ª:
–Soy Lorenzo Esteban Camera, vengo a hacer una denuncia.
Al mes
El 14 de noviembre, en Bernal, las vecinas hablaban de personas armadas en el techo de la escuela 23; de que la semana previa habían pintado “Ezeiza, ni olvido ni perdón”, siglas de las contrapuestas UES y JSP; que la directora había recibido cartas de amenazas como las de las escuelas 1 de Quilmes y Varela; y que vea el diario: “Atemorizan anunciando inexistentes bombas en escuelas”.
El cronista de El Sol, llegado a media mañana, las ilustró:
–Por esa “ola de amenazas”, hay estado de sitio hace una semana y el Estado Mayor Conjunto vigila en los colegios.
Las mujeres continuaban su cuchicheo:
–¿Y si le preguntamos por el cuerpo que flotaba por Zapiola?
–¿El del Santo Domingo? ¡Callate! De eso no se habla.
Soldados de Viejobueno custodiaban el edificio escolar junto a la casa de San Martín 14, de donde la Policía sacaba granadas.
–No pasa nada –respondió a la prensa el comisario Vilaquien.
–No hay detenidos –mintió Orsi, subcomisario de Bernal 2ª.
Los había: María Ester Alonso, de 18 años; Rosa Delfina Morales –embarazada de mellizas–; Víctor Manuel Taboada, su esposa Nelfa –embarazada– y el cuñado, Dalmiro Suárez.
–Un hermano de estos, y el marido de la otra preñada, Saborido, acribillaron al mayor Gimeno –comentaba un uniformado.
Nelfa Suárez avisó:
–Estoy en tratamiento por mi bebé de meses; necesito reposo.
–Ahora te llevan a un lugar donde vas a hacer mucho reposo.
Fueron enviados a la ex cárcel de encausados, en Banfield.
Allí, sentados en el suelo, oyeron los gritos de Taboada.
–¡Paren! Yo no sé nada.
–Vos sos Taboada. Sabemos todo. ¡Venís de Tucumán!
–Bueno, basta, ya me tienen. Suéltenlos a ellos. ¡Basta!
Detrás de un escritorio, un uniformado leía Clarín el jueves 14:
“Al teniente coronel Ibarzábal: confío en que quienes nos tienen en tan amargo trance, recapaciten y comprendan lo gratuito de este dolor prolongado por diez meses”.
Nelly
Ibarzábal iba a ser muerto en Solano el día 19 y su secuestrador, Sergio Dicovsky, raptado con vida para pasar a ser el primer desaparecido del oeste quilmeño.
En la medianoche del 14, veinte entraron a una casa de Valentín Alsina al grito de “somos la Triple A”, aunque entre ellos se trataban de “teniente; mayor; capitán”, y el que ordenaba era llamado “coronel”, el rango de Ramón Camps.[1]
[1] Reconocido años después por Silvia Negro, quien también identificará en el operativo a Carlos Villone, secretario del ministro José López Rega.
Esposaron a Carlos Pedro Tacchella, un estudiante de casi 25 años; Alfredo Manachian Tsovepanian (33), su pareja Nélida Ramos; Roberto Omar Leonardo (23) y su mujer, Silvia Negro, embarazada de dos meses y medio. Pusieron una máquina de escribir, les pidieron sus datos, le robaron a todos y se repartieron las cosas de la casa.
Vendaron a las mujeres antes de llevarlas a la Comisaría Lanús 1ª por 24 horas hasta su traslado a la ex cárcel de encausados en Banfield, donde las pusieron en una celda contigua a la de Nelfa, Dalmiro y otra donde Taboada después de la tortura, agonizaba.
El día 21, en tres vehículos al mando de uno vestido de militar, se robaron un cadáver de Autopsias, en Avellaneda: Al diario La Razón le dijeron que era el de Víctor Taboada.
Diciembre sofocante
El mes empezó con la desaparición de un paraguayo que no llegó a sus 13 años: Ramón Darío Molinas iba a 7º grado, en Lomas.
Del pozo de esa ciudad, Dalmiro Suárez fue llevado con otros hacia el centro clandestino de detención Puente 12. Su hermana Nelfa, a la U8 de Olmos, al igual que Silvia Negro, luego de declarar en el Juzgado Federal 2 de La Plata, nunca más supo de su marido Leonardo, ni de los otros detenidos con ella.
A treinta días de que fuera llevada por “la Brigada”, preocupada por su embarazo, en un centro clandestino donde “un muchacho murió en la tortura por una crisis cardíaca”, Franchi entró a Olmos, donde pudo contarle eso a Nelfa.[2]
[2] Por su esposo, Laura Franchi presentó hábeas corpus; se negó a firmar un acta de defunción donde constaba “enfrentamiento” de alguien atado, arrodillado y baleado cinco veces, con un tiro en la nuca.
El 1° de diciembre, en Tucumán, con el atentado al capitán Viola que baleó a sus hijitas, el ERP cesó con la pretensión de ejecutar a 16.
El jueves 5, frente al Teatro Colón, un Torino fue dejado con los vidrios tapados y un cartel: “coche dinamitado”. En los asientos, bajo una bandera del ERP con una cruz negra, como la izada en Don Bosco, había dos cadáveres atados, con una nota:
“Integraban la célula subversiva que mató al mayor Gimeno”.[3]
Tenían 20 años. Según El Sol, uno era Luis Angel Avellino.
Del otro, supo Juan Tommasi, hermano de una asistente del PRT:
–Es Jorge Julio Díaz Bulgheroni, el hermano de María Beatriz, la asistente social que va con mi hermana a villa Itatí.
(En busca de la célula de María Beatriz, la Brigada de Quilmes llegó a robarse al bebé Pedro Luis Nadal García, cuya identidad habrá de recuperar como el nieto 79)
[3] “De los tres del atentado que fugaron en la camioneta, ninguno sobrevivió”, me dijo una fuente directa.
1975
Esposada a la cama, transfundida luego de su parto por cesárea el 14 de mayo, Nelfa permaneció semanas engrillada. No se las quitaban ni para ver a su Víctor Benjamín, detrás de un vidrio, una vez por noche. Como toda parturienta de Olmos, había sido trasladada al hospital San Martín, cuyo director, Juan J. Mussi, llevaba un año alejado de la Tendencia, al renegociar con la centro derecha. Sólo al regresar a la cárcel tuvo con quien hablar:
–¿A vos también te atendió el jefe de Sanidad?
–Casi todas fuimos maltratadas por Rodolfo Leone.[4]
[4] Será acribillado por Montoneros el 2 de abril de 1976, al salir de su negocio.
–¿Y qué me decís del pediatra?
–Néstor Siri no tiene estatus, es un negligente indiferente.
Sólo hablaban bien de la partera Hilda Delgadillo.[5]
[5] Delgadillo y otras enfermeras serán desaparecidas, al igual que los hermanos de Nelfa: Omar, Nora y a la novia día de Dalmiro, Olga Lutiral. En cambio, Siri hizo carrera gracias a Mussi (ministro 1994-2002) hasta que triunfó la presión de los trabajadores por apartarlo. (Libro de Moya, «Y después la gente va y lo vota» -2013- pp 296-8).
Para agosto, un año después del ‘5 por 1’ de Aníbal Gordon, una de sus sobrevivientes, la embarazada Perla Diez compartía el 2º piso de la U8 con Graciela Di Lauro, caída al tiempo que la Negra Santucho, y con Nelfa. Allí, el hijo preso de otra torturada se había tirado encima un calentador eléctrico. Luego de eso, Nelfa aceptó –con dolor– que tal vez sería mejor que su bebé se criase en libertad.
Así empezó el derrotero de Víctor Benjamín que, medio siglo después, lo tiene como artífice de la iniciativa de Esquinas con Memoria.