De nuevo el cuco de la tan temida Reforma Laboral y la pregunta es: ¿Los dirigentes estarán a la altura para «ir a la cabeza de la movilización», o seguirán tibios y la clase trabajadora irá con sus cabezas cortadas? Porque ya es hora de decir basta a esta clase de dirigentes, muchos de ellos ricos, hasta parecieran que son mudos.
Mientras países como Dinamarca reducen la cantidad de horas laborales, en Argentina quieren llevarnos a una esclavitud que ni el mismísimo Robustiano Patrón Costa se atrevería.
Tantos derechos adquiridos, peleados, con tanta sangre que corrió en pos de tenerlos, para que en diciembre, cuando asuman los nuevos legisladores, muchos de ellos tan cuestionados, tengan el poder de decidir sobre la vida del obrero (todo aquel que dependa de un sueldo) el que toma hasta tres medios de transporte para llegar al empleo. La lucha es aquí y ahora. NO esperar a diciembre a que salga ya «cocinada la Ley» o, lo que es peor, que se vote durante la noche o madrugada entre «gallos y medianoches».
A propósito, ¿a quiénes favorece esta ley? ¿A pedido de quiénes tiene que promulgarse esta ley? ¿Quién gobierna en verdad el país?
Señores sindicalistas, es hora de caminar la calle y ponerse los pantalones porque de lo contrario, los trabajadores seguirán desafiliándose de los gremios y sentirán el repudio en sus caras.
Todos vendidos
Los períodos de mayor inversión productiva en Argentina se dieron en el marco de los derechos laborales que hoy se piensa en suprimir paradójicamente, para atraer inversiones. Ninguna reforma laboral, por más restrictiva que sea , jamás podrá ni siquiera acercarse al ínfimo costo laboral del sudeste asiático, ni generar condiciones atractivas para la llegada de inversiones. Un empresario serio no piensa en fracasar y que los despidos sean más baratos, por lo tanto se parece más de una imposición idelógica y aleccionadora del poder real, que a una modernización .