Proscripción e intento de asesinato de Cristina
Por Ezequiel Arauz
La misma semana en que la democracia cumplió 39 años, Cristina Fernández de Kirchner, la única persona dos veces presidenta y una vice en durante ese período, denunció la existencia de un estado paralelo controlado por una mafia que la figura de Héctor Magneto sintetiza y simboliza.
Lo dijo minutos después de ser condenada a no poder ejercer más cargos públicos electivos y sólo semanas después de que Sabag Montiel intentara asesinarla.
Dos hechos inseparables, confluyentes: la persecución, el escarnio y el hostigamiento público de la justicia federal y los medios masivos de comunicación con el conglomerado de Clarin y La Nación a la cabeza, y un discurso sistemático contra su figura que desemboca en un grupo de jóvenes pasando a los hechos, construídos sin pausa en esa dirección desde hace años.
Lo «política», es decir el conjunto de la dirigencia local, no estuvo a la altura de la situación. Cristina lleva meses sino años hablando de un pacto democrático roto, de encontrar acuerdos mínimos. El disparo en Juncal y Montevideo, y la condena proscriptiva en un país que sufrió los 18 años de proscripción de Juan Domingo Perón y el peronismo, son muestra de que no se equivocaba.
No encontró respuestas en una oposición que se debate públicamente en discursos odiantes y antiderecho, en medir a ver quién es el más conservador y neoliberal.
Ni el intento de asesinato puso pausa a esa disputa, más bien lo contrario: buena parte de la oposición entiende que la eliminación de Cristina por desprestigio moral o directamente, asumámoslo, por su eliminación física, puede redundar en cuestiones ventajosas.
Tampoco la condena, en cuya elaboración ahora se sabe más certeramente, participaron jueces y fiscales que fueron huéspedes de Clarín y Lewis en la Patagonia, son sus empleados costosos. La mafia está ahí. Nadie puede negarlo.
En ese sentido, la actitud del gobierno del Frenre de Todxs encabezado por Alberto Fernández respecto de la persecución vengativa de parte de un sector de poder económico en la Argentina contra Cristina, es insuficiente, bordeando a esta altura de lleno la complicidad. Por acción o por omisión.
El mensaje de Cristina no caduca en las elecciones del año que viene. Los sectores populares necesitamos un gobierno que se haga cargo de esa podredumbre, que no es poca. Cristina nos llamó a no subestimar al enemigo.
Ahí, el piso grueso que, creemos Cristina fijó para construir la victoria, pero sobre todo para construir la grandeza de la patria y la felicidad del pueblo.