Foto: Comunidades wichis, Salta
Sostener la vida en los márgenes
Por Laura Cibelli
En las últimas semanas, me tocó recorrer diferentes plenarios del MTE, tanto en provincias del Norte Grande como en el conurbano bonaerense. En cada uno de estos encuentros, lo que más me impactó —más allá de lo organizativo o político— fue la fuerza silenciosa de la organización comunitaria en su sentido más amplio. No de una organización en particular, sino de todas aquellas que, día a día, enfrentan en los márgenes la mayor crueldad de un sistema que excluye y empuja al abismo.
Ya no se trata sólo de ajuste ni del recorte bajo la bandera de la motosierra. Lo que estamos viendo es la profundización de una crisis humanitaria que atraviesa al país entero. Familias completas viven sin comida, sin techo, sin atención en salud, sin agua… y, sobre todo, sin la esperanza de un futuro mejor.
En esos lugares que muchos no ven —porque no salen en las noticias, ni figuran en los mapas del poder— hay una compañera o compañero, en su mayoría mujeres, que sostienen una olla con lo poco que hay; ponen el cuerpo y la vida, con dos palitos, para sostener a quienes están cayéndose.
Nos estamos acostumbrando a la crueldad. A las miserias de una política de casta que gobierna para pocos y deja afuera a millones. Pero ahí, en lo profundo, las organizaciones siguen resistiendo. Aunque desacreditadas, perseguidas o estigmatizadas, siguen, con la dignidad de defender la vida, tirando salvavidas en medio de un mar de exclusión.
Es nuestra mayor defensa. Nuestros héroes y heroínas anónimas, que con 78.000 pesos en el bolsillo —cuando cobran—, multiplican su trabajo para sostener a sus familias y también para ayudar al vecino, que está todavía peor.
Ahí está nuestra esperanza.