CUENTO: ADN DE LA MEMORIA (KILME)

Cuento en homenaje de la Ciudad donde vivo Quilmes, en su 355⁰ Aniversario.

Quilmes, la historia

Por Rita Berte

Como lo están leyendo, Zamba llegó caminando a los pagos de Quilmes desde su ancestral tierra de los Valles Calchaquíes. Claro que no era ése el nombre con el que lo conocían en su tierra de aguerridos pobladores.

Desde el día en que nació, Zamba recibió la sabiduría de su gente, mamando del fluido materno. Fue guiado por los mayores en las labores de la tierra, amarla, protegerla y de esa manera les otorgaría todo lo necesario para la supervivencia.

Desde que el Sol daba indicios de nacer a diario sobre el horizonte, junto a su padre ya estaban camino a la vega, para hacer pastar las cabras y llamas. Cuando comenzaban a sentir calor en los cuerpos era tiempo de iniciar el descenso a las casas.

Almorzaban junto a la familia de origen y emprendían opuestos recorridos hacia lo alto del Pucará de Quilmes, donde Zamba estaba recibiendo iniciación para entrar en el estadio adulto y defensa del poblado ante posibles ataques enemigos.

Se convertiría en un importante guerrero, papel heredado de su padre, abuelo y todos los antecesores. Aquella jornada en que visualizando el horizonte vieron una gran nube de polvo en movimiento, no llegaron a captar, que estaba sucediendo. Sólo cuando esta envolvió todo el lugar, cayeron en cuenta que el enemigo, estaba a los pies. Lenta fue la reacción de los adultos, ya estaban rodeados y no tardó en producirse la rendición.

El salvajismo con que fueron llevados desde sus viviendas hasta el nuevo asentamiento fue dura, muchos compatriotas cayeron en el camino y los cuerpos abandonados al costado de los trillos no daban tiempo a sepultarlos, ni ningún tipo de ceremonial.

Con lagrimones se despidió así de sus amados padres. Quedó huérfano a cargo del Chamán del grupo y se confesó con las ánimas de las tinieblas, “algún día llegaría la justicia». Miles padecimientos a cada tramo del duro recorrido, climas y suelos húmedos con bañados donde se hundían hasta la cintura, donde el frío les calaba el cuerpo, originando fuertes ataques de tos, fiebre y decesos en la tribu.

Al final arribaron a un gran desplayado de terreno, allí les hicieron levantar tolderías. Estaban acostumbrados a vivir en casas de piedra. Les faltaban los cerros, ver salir o ponerse al sol detrás de ellos. Ahora el horizonte infinito, sin fin…

Ver correr avestruces, perdices, torcazas, patos, roedores acuáticos, animales tan diferentes a las llamas, alpacas y cabras…

Eran sometidos a castigos corporales casi a diario, se negaban a dejar descendientes pensando que así con ellos se terminaban los padecimientos.

Los siglos fueron enterrando sufrimientos y realidades, pero un buen día cuando construyendo la plaza central del pueblo, se localizó los enterratorios del lugar. Con el tiempo los restos fueron pedidos por los descendientes de los Quilmes residentes en Tucumán.

Se organizó restituirlos para saldar penalidades de la historia. Se logró reconstruir el esqueleto de un adulto varón. Se lo subió a una camioneta con el objetivo de llevarlo al aeropuerto. Apenas salió del lugar, se le pincharon las cuatro cubiertas, lo mismo sucedió con un segundo, tercero y cuarto vehículo.

¿Qué sucedía? Se probó llevar en un tractor hasta la terminal de colectivo y no pudo avanzar, dejó de funcionar el motor, así con un segundo, tercero y cuarto…

Ya era cuestión de consultar alguna vidente. Y fue terminante. Zamba había dejado grabado en sus huesos el ADN de la memoria y por lo tanto la única forma de pacificar su voluntad, era llevar la urna a pie, tal como él gastó las plantas suyas para hacer el largo trayecto a Quilmes- Bs.As.


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