EL DIRECTOR DE TEATRO, HOMOFOBIA Y ABUSO

El director de teatro de Quilmes quiso hacer público este relato acerca de lo que le hicieron en la adolescencia.

QUIERO (…) DENUNCIAR A UN SACERDOTE HOMOFOBICO

Por Ale Monforte

Hoy Facebook me recordó unas fotos de cuando era un adolescente de 16 años. Yo era monaguillo católico en la Parroquia Nuestra Señora de Czestochowa, en Ezpeleta, fui parte de la Parroquia por casi diez años trabajando como un joven católico que se sentía contenido y feliz.

Un día llegó un Sacerdote de Polonia, con una mentalidad cerrada, inmunda, monstruosa: ANDRES ZYLAK. Esta persona horrible me discriminó y humilló como nadie en toda mi vida por mi condición sexual.

Cuando se enteró de que yo tenía pareja hombre en el grupo de jóvenes de la parroquia, y era monaguillo, comenzó con sus ataques de acoso moral y verbal. Un día me agarró del brazo muy fuerte y violento, en el patio de la iglesia: «¿Sabías que lo que haces es pecado, no? Los homodesviados se van al infierno con el demonio. ¿Querés eso para tu alma, Alejandro?».

Con solo 16 años, muy valiente, le contesté que sabía muy bien que lo que hacía no era pecado y que Dios nos amaba a todos por igual sin importar nuestra orientación sexual.

Este sacerdote se puso como loco, enfurecido. Me sacudió del brazo muy fuerte y dijo que él iba a encargarse de que la gente de la parroquia se alejase de mí, que yo era el demonio que estaba tentando a todos.

Transcurriendo los días, me doy cuenta que mis compañeros del grupo y los monaguillos no me hablaban, solo algunos me saludaban de lejos y yo estaba solo en los pasillos de la parroquia, dejado de lado y sin contar con nadie.

Una amiga de la iglesia me dijo que el Sacerdote les prohibió dirigirme la palabra, que no se juntasen conmigo porque era la imagen del diablo, una oveja negra desviada y que la homosexualidad era contagiosa. Les dijo que quien me hablara o se juntara conmigo corría peligro de que yo quisiera abusar de ellos y manosearlos.

Es algo terrible lo que hizo. Me lastimo muchísimo. Jamás dejé de ir a la Parroquia porque no me quería dejar vencer por este señor horrible, no iba a dejar que destruyera mi Fe y me alejase de mis amigos. En cada Misa me señalaba con su dedo inmundo, literal; comenzaba a hablar de la homosexualidad diciendo que era una enfermedad asquerosa, una acción del Diablo y que había alguien entre nosotros que era el hijo de satanás (o sea yo).

Aguantando las lágrimas y mirándolo a los ojos RESISTIA, jamás me fui de las misas o bajé la mirada, seguía sosteniendo con orgullo y valentía mi postura. Pero estaba solo. Muy poca gente me dirigía la palabra. El Sacerdote le dijo a mi mamá que me tenía que llevar al Chaco, a un reformatorio para homosexuales a poder curarme. Mi mamá lo sacó corriendo y le dijo que dejara de molestarme. Pero eso no le bastó.

Una vez que actué de Jesús en el Vía Crucis, me puse pintura roja para simular la sangre y luego tenía que bañarme. Quería bañarme en mi casa, no iba a bañarme en la parroquia, en el baño de este sacerdote hijo de puta, pero él insistió y yo acepté bañarme en su baño porque estaba muy sucio. Estaba con otras personas, por eso me animé. Cuando estaba duchándome, él entró al baño y me dijo que me estaba tardando mucho; comenzó a lavarme la espalda con su mano inmunda y quería seguir. Yo le corrí la mano, cerré la ducha, salí del baño y de la casa. Me cambié en el patio de la parroquia. Me fui muy enojado y asustado pero haciéndome valer.

En ese momento no entendía muy bien lo que estaba haciendo el Sacerdote, pero hoy en día creo que está de más explicar cuáles eran sus intenciones.

Una semana después me lo crucé en la parroquia. En un pasillo me dijo:

«¿Ya te arrepentiste de todos tus inmundos pecados? ¿Vas a cambiar tu pecadora vida para poder entrar al cielo o preferís quemarte para siempre en el infierno?»

Le contesté que prefería pasar una eternidad en el infierno que agachar la cabeza y no pelear por mis derechos LGBT+. Le dije que iba a demostrarle a todos en la parroquia que Dios me aceptaba y amaba tal cual. Me dijo que me pudriera en el infierno y se fue enojado. Fue la última vez que lo vi.

Este sacerdote era un homosexual reprimido que sólo veía en mí su condición reprimida. ¡Un ABUSADOR! Hoy recuerdo esta acción con dolor y tristeza, pero con mucha fortaleza, porque yo pude resistir y jamás abandoné la Parroquia.

Semanas luego de nuestro último encuentro, ANDRES ZYLAK fue trasladado a Posadas, Misiones, donde vive y es Sacerdote. Espero, ninguna persona tenga que sufrir en sus manos; porque no es un sacerdote, no es un hombre, ni siquiera humano, él si es la imagen del MAL.

GRACIAS POR LEERME, fue un gran desahogo poder contarles esta historia!


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