Los mosquitos fueron protagonistas en la previa en una esperada noche fresca en el estadio Centenario Cuidad de Quilmes ante Chacarita. Pero sangre en este Quilmes es lo que sobra. Había pronóstico de lluvia para la madrugada, y el partido terminó en medianoche. Y un Rayo cambió todo.
No pasaron ni dos minutos que Federico Tévez (protagonista del final) ya había tirado un sombrero, peleó una pelota en el piso, eludió tres rivales y recibió una falta por parte de un rival. Fue la primera falta de muchas en la noche. A los 9 minutos, Tomás González cabeceó y el esférico se fue cerca. Primer aviso. De esa jugada salió lesionado Rodrigo Salinas en el rival, reemplazado por Sebastián Cocimano. Dos minutos después, remate bajo de Matías Rodríguez que sacó Glellel al corner (primera de tantas del golero local). A los 27′, también en una jugada no fuerte, pero con poca fortuna, Marcos Enrique fue golpeado en el tobillo izquierdo, después de ser vendado, probó un ratito, pero se fue del campo. Ocupó su lugar Joaquín Postigo.
El partido había caído en una meseta que quitó la verticalidad y poca contundencia de definición por parte de ambos. En Quilmes por la constante desde el inicio del torneo, se juega mucho por las bandas y aún no aparece un 9. Ayer lo de Fabián Bordagaray fue pobre. A los 32 minutos de ese primer tiempo, hubo foul de Ferreira, que vio la amarilla, a Claudio Pombo. Un tiro libre inigualable para Chacarita, que Matías Pisano ejecutó rasante al palo del arquero riocuartense. El 1 cervecero atajó con visibilidad cero. Nueve minutos después, Pombo intentó lastimar con un tiro desde afuera del área y Glellel ya era figura. Otra vez atajadón. Tras ello, tiro libre de Luna que el golero chacaritense Federico Losas tapó en dos tiempos. Llegó Quilmes después de un rato largo, casi media hora. Se agregaron tres minutos a los 45 reglamentarios, que solo sirvieron para agrandar más la figura del uno cervecero por otra tapada ante un remate de Coquito Rodríguez.
Dejó poco en números y juego el primer tiempo. Fricción y poco juego fueron características permanentes. Por su parte, el referí Diego Ceballos no supo poner límites, hizo que a los vestuarios, se vayan con bastantes enojos.
Un complemento para Chacarita, salvo el resultado
Para el segundo tiempo, Aníbal Biggeri dejó en el vestuario a Cocimano (que entró durante el primer tiempo) y puso en cancha a Matías Belloso. Pitó Diego Ceballos y así empezaron los 45 minutos finales y con más épica de los últimos tiempos. A los 3 minutos, entre Tévez, Damián Adín y Glellel ahogaron la carrera de Pombo, que se iba derecho al remate fortísimo. A los 8 minutos, el 4 cervecero vió la amarilla por una falta en detrimento de Rodríguez. A los 15 minutos hubo un remate de Belloso que besó el palo cervecero.
A los 22 minutos cayeron al piso Axel Batista y Rodrigo Salinas, muy lejos del lugar donde se desarrollaba el juego en ese momento, pero muy cerca del asistente número dos, Erik Grunman. Este informó a Ceballos y, en consecuencia, expulsó al 10 del Decano, que no reclamó nada y se fue con la cara tapada con la casaca. Ese fue el quiebre en el partido: Chacarita fue a buscar, con un Glellel gigante en frente; y Quilmes jugó de contra, con joven velocidad y, por sobre todo, con épica e historia. Los 95 allegados del Tricolor agitaban sus manos, anchos de pecho y al ver que su equipo, que ya demostró ser más, ahora era uno más en cancha que el rival, podía hacer historia y ganar en el Centenario, cosa que no sucede desde 1997. Pues no Chacarita, Quilmes tuvo otra idea: A los 36 minutos, hubo un remate de González que tapó Losas. Del rebote, el ingresado Juan Capano remató alto. Tres minutos después, una media vuelta se Luna. ¡La pelota que sacó al corner el arquero de Chacarita al corner!
Hubo clima de «Era ésa, se nos está yendo la épica». Sólo 4 minutos de adición en un tiempo con muchas demoras. Pero los suficientes para que Federico Tévez, de guapo, recupere una pelota en medio de la subida chacaritense, se la de a Matías Ferreira. El uruguayo puso un pase milimétrico a Capano, quien encaró al lateral derecho que le cometió falta al borde del área, bien a la derecha del arco que da a Ezpeleta. Quilmes, con un jugador menos, colocó un solo pateador, Tomás González, y varios adentro del área para cabecear, encontrar un buscapié o un rebote. Tres quedaron atrás. Faltaba un minuto y empatar no era mal resultado por el desarrollo y desigualdad numérica.
Pero de repente, antes de la lluvia, un Rayo iluminó el Centenario y encandiló al golero Losas: González fué por la épica y, en una parábola perfecta, la clavó en el ángulo superior opuesto, 2 milímetros por encima de la barrera, tres centímetros por encima de Losas y un centímetro por debajo del larguero. Emoción, grito de júbilo, y nada que agregar, una obra maestra que dejó tiempo para que Chacarita saque del medio y se desate el delirio en Quilmes. Ya no importó que era medianoche y la gran mayoría dependió del transporte público, escaso a esa hora y más un domingo, que la lluvia era inminente o que Quilmes tenga un asterisco en la tabla de posiciones que dice que si final del torneo hay que descontarle tres puntos por una sanción de otro certamen.
Fiesta, color y alegría y una noche que no se va a olvidar nunca: El día que con uno menos, y 6 jóvenes de Alsina y Lora en cancha le ganaron a Chacarita, que llegó puntero y jugó mejor.