
El músico y cantautor Gabriel Torres abrazó su guitarra frente al público, y comenzó un ida y vuelta muy especial. Más allá de la ternura y las convicciones que emanan de sus letras, o de la fecha plena de emociones, quienes lo siguen disfrutan cada recital con el mismo asombro de quienes lo escuchan por primera vez.

Tan lindo sonó este sábado 25 en la Casa de las Culturas, la de todos, en su concierto «Sucesos argentinos» que el público además de aplaudir le gritaba: «¡Gracias, gracias!».


El recital había comenzado con una canción de Serú Giran, nada menos, el supergrupo integrado por Charly García, David Lebón, Pedro Aznar y Oscar Moro, que alguna vez fueron considerados los Beatles argentinos. De ellos, Torres eligió un tema fruto de la formación clásica de García, Desarma y Sangra, una proeza. Después le sumaría una de Ariel Prat.
En la interacción con el público, pasó de todo. Algo infrecuente en los recitales, ya que en general la gente no puede hablar con el músico, que se encuentra distante. Torres rompe esas barreras y favorece el acercamiento. Así, cuando alguien se refirió a su canción Warnes, un asistente le señaló que Víctor Hugo Morales la había elogiado en la radio. Y se encontraba presente el camarógrafo que había estado filmado su demolición, todos oyeron su descripción de cómo la enorme nube gris oscura se posesionaba de todos (intendente incluido) y él debió taparse con una bolsa de residuos para consorcios contra la cual sentía el golpeteo de las piedritas.
Más que un recital, parecía una reunión del día del amigo, o una sobremesa donde le dicen al que sabe que agarre la guitarra del nene, que está en el ropero. Y el audaz se anima, más para unificar las emociones latentes que para creerse luminaria. En ese entorno intimista, lo que circula no es un convite a las palmas y a correr las sillas, sino una ronda simbólica donde se toman las manos los corazones.
