LA ILUSTRE DE BERNAL

Gibaut

Adela Salaberry fue una escritora con gran compromiso social.

El historiador Alejandro Gibaut en el grupo de facebook Bernal, su historia y su gente, publicó en 2018 sobre la ilustre:

Era Adela García Salaberry una mujer de múltiples facetas. Podríamos hablar de ella enfocándonos sólo en lo biográfico y entonces diríamos que nació en Buenos Aires el 4 de octubre de 1889, hija de Federico García y Encarnación Salaberry, padre marino y soñador, madre de alta cuna y educada para servir. El matrimonio, que vivía frente a la iglesia de San Ignacio, conoció la riqueza y la opulencia hasta que Federico murió y sobrevino la ruina: todo era una fachada mantenida en base a deudas que los acreedores pronto se cobraron, dejando a la viuda y su hija en la calle. En 1920 se afincaron en Bernal.

Adela se recibió en 1910 de Profesora en Letras en la Escuela Normal de Profesores de La Plata. Que fue profesora en la Escuela Normal “Dolores Lavalle de Lavalle”, en la Escuela de Comercio 2 de La Plata, en la Escuela Superior de Comercio de Avellaneda y desde 1940 en la Escuela Nacional de Comercio “Antonio Bermejo”. Entre 1920 y 1924 se desempeñó como Inspectora en la Escuela de Madres Lactantes de Avellaneda, realizando tan buena labor que cuando fue despedida por cambios políticos sus “inspeccionadas” realizaron una protesta frente a la vieja municipalidad de la avenida Mitre. Fue Jefa de Biblioteca en el Nacional “Mariano Moreno” de Almagro y profesora de declamación en la sucursal Bernal del famoso Conservatorio Williams, que con tanta dedicación dirigía Amelia Piaggio en Belgrano 699.

No deberíamos pasar por alto su labor periodística en los diarios El Día, de La Plata, La Razón y La Prensa, las revistas porteñas El Hogar, Fray Mocho y Caras y Caretas y, por supuesto, el semanario pueblerino de Bernal, el Crónica. Tampoco que fue fundadora y directora de Renovación, semanario que editó a pulmón hasta abril de 1926. Ni su importantísima producción literaria: sus obras en prosa Luz y sombra, La gloria del corazón, El momento, los cuatro tomos de Vidas, Por televisión argentina, entre otras. O los versos en castellano de Momentos Sentimentales, Revelación y Consagración y en su segundo idioma, el francés, de Toi et moi, Rhythme Serein, Symbolisme y Fleur de Lys.

Su casa de Roca 635 en Villa Cramer fue un faro de cultura. Pasaron por allí entre otros Florencio Parravicini y señora, los dirigentes socialistas Alfredo Palacios, Juan B. Justo y su esposa Alicia Moreau, Enrique Larreta, Angelita Velez, el artista plástico Luis Perlotti, el doctor Fernando Pozzo y su esposa Celia Rodriguez, el bernalense Felipe Firpo y el profesor Juan Manuel Cotta. Y su gran amiga, la malograda poeta Alfonsina Storni. Muchos de ellos la acompañaron en esa corajeada que fue el Club “Kuntur”, el cual terminó desintegrándose entre celos y egos.

Podríamos entonces decir que fue una importante escritora, poeta y docente, que ha quedado un poco olvidada en la literatura argentina, quizá por su estilo alejado del lenguaje moderno, quizá porque su figura fue opacada por otras grandes de su generación. Sin embargo, estaríamos cometiendo una gran injusticia porque nos olvidaríamos de otra parte de su vida, la que la agiganta, mas aún en los actuales tiempos. Nos referimos a su militancia y lucha pro-derechos de la mujer.

Quizá haya sido la compleja relación con su madre, mujer educada para servir y que nunca entendió el espíritu libre y crítico de Adela. Quizá haya sido un episodio de su edad escolar, que Stella Maris Bertinelli tan bien cuenta en su libro “Roca 635”, imprescindible para quien quiera introducirse en el mundo de “la Salaberry”: una profesora que le encuentra un poema, un director que sorprendido la oye recitar parte de su obra juvenil, una citación a los padres, una adolescente que espera el aliento necesario para su pasión y, como toda respuesta, una escuela que recomienda que la alimenten bien y le hagan tomar sol porque “las adolescentes que escriben versos terminan tísicas”. Un poco de todo esto generaron su pasión por la escritura y la rebeldía de la constante lucha por sus ideales.

Fue miembro del Centro Feminista y, junto a Alicia Moreau y a Elvira Sáenz Hayes, fundadora de la Comisión de Sufragistas: allí está el artículo de “La Razón” de 1919 donde se cuenta que Adela “solicitó su enrolamiento en el Distrito Militar de La Plata sin éxito; pero sentando precedente”. Con entre otras su eterna amiga Alfonsina, Josefina de Mantecón y Julieta Lanteri, la luchadora que vivía en Berazategui (y, agreguemos, la había alentado a radicarse en Bernal), funda la Unión Feminista Nacional para dignificar el trabajo femenino y lograr la igualdad de derechos entre ambos sexos. Y créanme cuando les digo que si no es fácil ahora, muchísimo menos lo era a comienzos del siglo XX: Julieta Lanteri pagaría con su vida semejante osadía.

Esta tozudez, esta continua búsqueda de la justicia y la igualdad para las mujeres le costaría muchas peleas con los “caudillos” de la época: nada menos que Alberto Barceló la incluyó en las “listas negras” de Avellaneda, obligándola a abandonar su obra en la Escuela de Madres Lactantes. Y el propio Agustín Justo la dejó cesante en cuanto asumió el gobierno, a ella y a sus compañeras de lucha, entre ellas otra poeta vecina bernalense, María Raquel Adler, a quien unía “una lejana amistad” utilizando las perfectas palabras de Stella Maris Bertinelli. Tardaron en recuperar sus puestos, ayudadas por las pocas mujeres que aún se mantenían en la lucha.

La llegada de Juan Domingo Perón al poder, y junto a él, de Evita, la hizo reexaminar su filiación socialista. ¿Cómo no apoyar a un gobierno cuya base era la justicia social que ella tanto ansiaba? ¿Cómo no admirar a quien luego de tanta lucha, que ella tan bien conocía, dio a las mujeres el derecho al sufragio? Pero ese apoyo, que se tornó incondicional, le trajo muchos sinsabores: fue expulsada de la Mesa Socialista y, caído el gobierno, abandonada por muchas de sus compañeras. Ya no estaba Alfonsina, la amiga donde refugiarse…

Pasó aprietos económicos, dependió de ayudas políticas y de amigos caritativos. Siguió colaborando con Bernal cuando se lo pedían: alguna elección de una reina del pueblo la contó en su jurado, y siempre disponía de un breve texto para Crónica. Pero la vejez no fue una etapa de alegría para Adela, acompañada solo por su inseparable amiga Anita Loustalet. Falleció en su casa de Villa Cramer el 21 de noviembre de 1965, casa que donó a la municipalidad no sin dejar en claro antes que la misma y toda su biblioteca debía utilizarse para fines culturales.

Es recordada a nivel local: el Museo Histórico Regional “Almirante Brown” tiene una sala dedicada a ella. Pero es difícil hallar su nombre en cualquier artículo periodístico que hable sobre la historia de lucha de las mujeres en el país. Una injusticia que, como bernalenses, debemos reparar para colocar a Adela García Salaberry en el lugar histórico que merece, no solo como escritora sino como pionera, rebelde y luchadora.

La muralista quilmeña Dani Sayaman plasmará la imagen de la ilustre bernalense en un muro de su barrio natal. Este CIQ lo anunció.


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