
Parece no tener fin la racha de Quilmes en el campeonato. Ganó uno de los últimos ocho partidos y, si bien aun está en zona de puestos de clasficación al torneo reducido por el segundo ascenso, juega a la nada misma, lo que hace peligrar esa colocación. En cancha de San Miguel, el equipo dejó una imagen pálida y ni por asomo se pareció a aquel que maravillaba a propios y extraños en las primeras fechas.
El partido fue un bodrio de esos inmirables. Tanto el local como el Cervecero se dedicaron más a friccionar y luchar que a intentar elaborar juego. En ese contexto, se lo vio mejor parado al equipo de Gustavo Coleoni. Quilmes, por su parte, jugó mucho mejor en defensa que en partidos anteriores. Los intentos del Trueno Verde eran apaciguados y despejados dentro del área grande pero con una línea de cuatro defensores, a los que se le sumaba en la mayoría de las ocasiones Ramírez, que se transformaron en una maraña de camisetas blancas que impidieron la apertura del marcador. En ofensiva, ambos hicieron poco. Quilmes tuvo un tiro alto de Tomás González y un centro rasante por izquierda que Lautaro Parisi no llegó a conectar (es decir, no fue tiro al arco pero sí acercó peligro). San Miguel, por su parte, hizo lucir a Maximiliano Gagliardo en un tiro de Batallini.

Para la segunda etapa, poco cambió. Un cabezazo de Batallini que controló Gagliardo sin problemas, pelotas llovidas al área del golero local, Jorge Pucheta, pero sin peligro y no mucho más; pero en los minutos finales, Quilmes se paró en campo rival y dejó al Trueno Verde listo para el contragolpe. Así, Gagliardo tapó dos bolas muy difíciles mientras que el equipo de Franco, a pesar de los cambios de nombres, poco inquietó en ofensiva. El gol llegó por una pelota perdida por Ramírez en el medio que el ingresado Jorge Ferrero buscó, trasladó y definió ante la salida del 1 del Decano. Poco tiempo quedó para intentar el empate que nunca llegó porque Quilmes no le pegó al arco.
La derrota caló hondo en el ánimo de Quilmes. Hay tiempo aun para intentar revertir un panorama complicado. Se viene una semana de receso en donde, para barajar y dar de nuevo, quizá haya que cambiar el mazo porque el rival juega con cartas marcadas. Es decir, al equipo de Darío Franco ya lo conocen de sobremanera.