A sacarle la mordaza a los cañones de la Vuelta de Obligado.
Por Karina Prieto*
Las cuencas de los ríos Paraguay, Paraná y Río de la Plata conforman una autopista fluvial por donde ingresan y egresan todas las importaciones y exportaciones del Atlántico Sur.
Por esa ruta transitan los buques, repletos de contenedores, que se llevan el 80% de las exportaciones argentinas. No sería preocupante si el Estado argentino tuviese el control de esa ruta, porque ingresarían 30 mil millones de dólares anuales.
Pero no. Cada año, se nos van por el Paraná 30 mil millones de dólares.
En 1995, en el nefasto proceso de privatizaciones, se privatizó también nuestro río.
Se entregó la concesión de la Hidrovía a una empresa belga, Jan De Nul, que se asoció a una empresa local: Emepa, de Gabriel Romero. Se les entregó el dragado y balizamiento del río. Y todo lo demás.
Desde hace 25 años, una empresa extranjera administra, explota y controla la navegación de la principal ruta de acceso y egreso de productos al país.
De todas las privatizaciones, la de la Hidrovía es la más dolorosa. Silenciaron los cañones de Rosas y Mansilla y las venas abiertas de América Latina comenzaron a sangrar por el río Paraná.
Pusieron banderas extranjeras en los veinte puertos a través de la cuenca.
Las empresas que exportan sólo firman una declaración jurada de lo que se supone va dentro de los contenedores. Vicentín, Cargill, Molinos, Bunge y más. En los puertos que deberían ser nuestros, flamean las banderas de Estados Unidos, Francia, China…
Cada empresa con su puerto, haciendo lo que quiere.
Dicen que salen 30 toneladas de soja y pueden estar saliendo 300 ó 3 mil. Sólo las empresas saben lo que exportan.
De hecho, Paraguay es parte de esta Hidrovía río arriba. Y exporta cinco veces más de la soja que cosecha. Extraño.
Entre las cosas que se van por la Hidrovía, están también los minerales. Se los llevan sin refinar, y juran que salen tres minerales en ese barro.
Un grupo de geólogos investigó qué había en el barro que se exporta: no había sólo tres minerales, eran 28. Y los 25 que no se declaran, son tierras raras, llenas de los componentes imprescindibles para nanotecnología, robótica y misiles, entre otros. Esos minerales que ni siquiera declaran, son más caros que el oro. Nos los roban.
Pero la estafa no se queda sólo en el contrabando.
También nos saquean con el dragado. Los belgas se armaron otra empresa: Arenas Argentinas. Empezaron a comercializar las arenas silíceas que sacan del Paraná. El negocio redituará 600 millones de dólares en 2021. Esas arenas son indispensables para Vaca Muerta que va a requerir ocho millones de toneladas por año; son necesarias para la extracción petrolera.
El daño ambiental es gravísimo. El dragado provoca sequías al norte e inundaciones al sur, además de la alteración del ecosistema.
Sumemos: contrabando de personas, de mercancías, narcotráfico, daño ambiental, robo de minería por la que se llevan en barro y por la arena silícea.
No se puede esperar más.
Argentina no puede administrar y usufructuar hoy su río.
Es la más dolorosa de las privatizaciones porque se privatizó la soberanía.

A fines del 2020, el presidente Alberto Fernández anunció un “Acuerdo Federal por la Hidrovía”, con la firma de los siete gobernadores de las provincias que la conforman: Misiones Formosa, Chaco, Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires. Se habló entonces de la creación de una empresa estatal: “Hidrovía Sociedad del Estado”. Suena maravilloso.
La concesión actual vencía en abril de 2021. Cumplido el plazo, se decidió prorrogarlo 90 días.
Es un tema de Estado. No es cualquier concesión. Nos robaron la bandera y clavaron la de ellos. Esto es más de los 30 mil millones de dólares que se fugan al año.
Recuperar la Hidrovía es recuperar nuestra soberanía. Es sacarle la mordaza a los cañones de la Vuelta de Obligado.
- Abogada (Tº III Fº 147 C.A.Q.)