
Es invierno pero no se siente, una máxima de Cuyo. El sol, tan potente como tenue, da la bienvenida hoy al equipo de Facundo Sava en una ciudad de Mendoza que tiene sus pasiones divididas. El fútbol, motor deportivo del país, por esta mañana deja paso al automovilismo. La Fórmula 1 acapara la atención hasta que llegue el partido.
«Yo soy de la lepra, así que quiero que ganen hoy«, dice el taxista que lleva a toda velocidad a quien firma desde el aeropuerto al centro. Allí, la siempre limpia Mendoza duerme, como reposada sobre el costado de los Andes mientras el domingo no se anima a arrancar. Ni una nube se asome por este oasis en el medio de un desierto que es la capital provincial. De a poco, aparecen algunas pistas del partido.
Anoche, los hinchas de Quilmes de la peña «Cuyo» se reunieron en un restorán para cenar antes. Entre cervezas y lomos, pronosticaban algún resultado positivo. «Si Quilmes gana, capaz pierde Almirante Brown con Mitre y nos metemos entre los dos primeros», se esperanzaban. Son cerveceros de Mendoza y San Luis que se juntan cada vez que el equipo juega en la zona oeste del país.
Pero acá, en la capital mendocina, también están los hinchas del Caracol, apodo con el que se conoce a Gimnasia y Esgrima. «No vengan a ganar ustedes los porteños hoy acá, y espero que el árbitro no vuelva a embromar a Gimnasia», dice la moza de la estación de servicio que está frente a la cancha. Es que también los referís juegan últimamente en la mente del hincha del equipo local. Y, como se sabe cada vez que juega Quilmes en el interior, difícil es explicar que no son «porteños» sino «bonaerenses». «Es lo mismo», dice la mujer.
Sobre la avenida Boulogne Sur Mer también pasan algunos mendocinos vestidos con los colores de Independiente Rivadavia que miran de reojo hacia la platea del estadio Víctor Legrotaglia, visible desde la calle. Los colectivos cero kilómetro y las bicicletas de alta gama se funen en el paisaje del Parque General San Martín, lindero a la ciudad. En sus emblemáticos portones, pasan corriendo algunos runners que exhalan vapor gracias a los tres grados que, a las diez de la mañana, hacen de Mendoza una gélida capital.

«Nos vamos para el hotel de los jugadores porque salen a la una», se entusiasman los hinchas. El fútbol les permite comportarse como niños que se ilusionaban con aquellos viejos equipos de Quilmes en los años 80 y 90. Los hay oriundos de Ezpeleta, Berazategui y Quilmes Oeste. Sin embargo, se destaca la historia de Mario Colque, mendocino desde casi siempre:
«Me hice de Quilmes gracias a un primo. Me llevó a la cancha cuando estaba bajo tratamiento médico en Buenos Aires. Yo ni le daba bola al fútbol, pero de pibe me metí en la tribuna del Centenario y me enamoré. Fue una tarde que le ganamos a Rosario Central 1 a 0 con gol del Tweety Carrario»
Andrés Álvarez, un puntano de 19, se entusiasma con ver ganar a Quilmes por primera vez en Cuyo. Detrás de sus anteojos, cuenta su historia:
«Me hice de Quilmes a los cuatro años cuando vivía en Virginia, Estados Unidos. A los siete años volvimos a San Luis con mi familia y ahora sigo al Cervecero sufriendo a la distancia».
Otro cervecero es Angel Solís, nacido en Quilmes y exfutbolista de sus divisiones inferiores. Vive en San Luis y es profesor de Educación Física. Es uno de los fundadores de la Peña Cuyo, junto con Juanjo Bravo y Colque. Este treintañero también se hizo los más de 300 kilómetros para estar cerca del equipo de sus amores.
La ciudad empieza a tomar ritmo de domingo. En el bar de la estación de servicio, ocho mendocinos desayunan mientras miran el gran premio de Hungría. Son unos de los pocos que se pierden el sol de Mendoza. Familias, mujeres con perros y motitos a toda velocidad pasan por la avenida Juan B. Justo rumbo al parque. ¿El fútbol? Será por la tarde. «Ojalá con triunfo del Caracol», dice la moza. Su compañero sonríe: «Por favor, si ustedes ven algo azul y blanco se asustan. Ojalá Quilmes salga vestido de azul así tiene el triunfo asegurado», bromea él, hincha de Independiente Rivadavia.
Quilmes está en una Mendoza fría pero rociada con el baño dorado del sol invernal. Por el momento hay poca expectativa y la atención de todos está en la carrera. Salvo los cerveceros que ya andan con ganas de entrar a la cancha. «Ojalá ganemos y me voy gritando hasta San Luis», dice uno. En una de ésas, tiene que afinar bien la garganta.
VIDEO desde Mendoza (vía facebook).