ELECCIONES EN EL CLUB TUCUMAN

La Lista Blanca continúa dirigiendo el Club Tucumán de Quilmes Oeste.

Este sábado, la asamblea ordinaria del Club Social y Deportivo Tucumán renovó sus autoridades. La nueva Comisión Directiva quedó encabezada por Hugo Bianco, quien como presidente electo sucede en el cargo a Victoria Piñero, quien pasará a ocupar la vicepresidencia.

En palabras dirigidas a los presentes en la sede de la avenida Andrés Baranda 941, el nuevo dirigente afirmó:

“Es un sueño cumplido ser presidente del club al que vengo desde muy chico. También es un orgullo y una responsabilidad muy grande que me dan los socios y mis compañeros de Comisión Directiva”. 

Bianco también subrayó “las excelentes gestiones de las Comisiones Directivas anteriores, que nos permiten tener hoy una situación financiera sólida y solvente”.

Bianco destacó el progreso del club en los últimos años, plasmado en numerosas obras y mejoras en las instalaciones, así como el crecimiento de la oferta de actividades y de la afluencia de personas que practican diversos deportes. 

“El Club Tucumán no tiene techo de crecimiento, y trabajando todos juntos podemos hacerlo crecer todavía más”. “Nuestro club seguirá en el camino de darle beneficios a toda la sociedad y brindarles a los chicos del barrio un lugar sano y cuidado donde hacer deportes y venir a divertirse”.

La asamblea fue supervisada por la veedora municipal Mónica Soria.


2 Respuestas a “ELECCIONES EN EL CLUB TUCUMAN”

  1. Dedicado al Club Tucumán y a Cachito, el testigo de todos los tiempos. Datos elementales: la otra casa de José María era la segunda vista desde el frente del club y la de Mandi, la cuarta, a la vuela, por la calle Tucumán, después de la esquina de Cándida, la familia Ramos y la casa de Natalia, la mamá de Doris y Coco.

    LOS ABUELOS Y EL PIBE
    «Tengo presente cuando en el cine Moderno se estrenó la película “Semilla de maldad” y después “Rebelde sin causa”, dijo uno y el otro agregó: » …y en la primera varios bailaban el rock Al compás del reloj de Bily Haley». Son dos abuelos, que nacieron antes que el peronismo y se criaron en una calle de tierra del conurbano bonaerense y en un club que tenía como fachada la Casa de Tucumán. Amigos desde la más tierna infancia. Quilmes, la cuna.

    Por Mandi y José María

    Mesa para cuatro reservada en un buen restaurante donde las abuelas, más jóvenes en todo sentido, charlan y ríen ajenas, cada una al lado de su marido, porque ellos, naturalmente, hablan de frente de política. No es que ellas no sepan o no les importe, simplemente están atentas a otros temas y ,de paso, se toman un descanso de sus respectivos plomazos. Parejas con varias décadas de vida. Mejor entonces para los hombres que esperan a un tercer personaje: el mozo. ¿Para pedir la comida?. Sí y algo más.

    Ellos ya venían hablando de cuando tenían doce años — el último año de la primaria-, y el 16 de septiembre de 1955 voltearon al segundo gobierno de Juan Domingo Perón, después de haber ametrallado y bombardeado, tres meses antes, a gente inocente en Plaza de Mayo en el afán de matar al líder de los trabajadores.

    Masacrar al propio pueblo un hecho inédito en el mundo, aún hoy. Encima, sin castigo porque ningún piloto de la marina y de la aeronáutica fue juzgado y condenado. Los muertos fueron cerca de trescientos, según la información oficial pero el número según fuentes autorizadas debería multiplicarse por tres porque Perón temía una respuesta a tono y desatar con ello una guerra civil.

    ¿Por qué ese tema y no otro más relajado y divertido? Porque los abuelos y las abuelas estaban todavía impresionados con el resultado de las PASO y el voto de los jóvenes.

    Peor fue ver pasar a los aviones en ese mediodía gris, peor era escuchar Radio Colonia, con la voz de Ariel Delgado, y una cortina que asustaba en primer lugar a los chicos.

    Sigamos con la charla. Perón siempre tuvo presente lo sucedido el 15 de abril de 1953, también en Plaza de Mayo, con él en el balcón de la Casa Rosada una multitud que lo vivaba cuando sonaron bombas -siete muertos y varios heridos- previamente colocadas cuando él hablaba en un acto de la CGT de apoyo al gobierno-, y no supo controlarse ante el grito de “leña general” de la muchedumbre . “¿Por qué no comienzan ustedes?”, inquirió.

    Un exabrupto interpretado como una orden para la derecha peronista que a la noche atacó a la histórica Iglesia de la calle Bolívar, más la sede de los partidos opositores como la Unión Cívica Radical y la Casa del Pueblo socialista, al Jockey Club y otros blancos de destrucción..

    No hay que jugar con fuego en la política argentina. Odio es el combustible. Odio, de muerte. Lo dice la historia.

    En la danza del fuego se consuma el fracasado intento del 9 de junio de 1956 del Gral. Juan José Valle de terminar con la Revolución Libertadora piloteada por el Gral. Pedro E. Aramburu para recuperar la democracia. Loable intención de militares afines al peronismo que le costó la vida a más de treinta personas, entre los asesinatos policiales en una comisaría de Lanús, los asesinatos en los basurales de de José León Suarez, más el fusilamiento del propio Valle, que enfrentó con una dignidad que no tuvo Aramburu al ser un usurpador golpista que dictó la ley marcial después.

    Así los abuelos de este relato entraron en la adolescencia y juventud, seguida con la toma de los colegios en 1958 como militantes de la causa laica y con aquella movilización estudiantil inolvidable al Congreso de la Nación contra la privatización de la enseñanza universitaria. Y con lecturas de una revista semanal que llegó a mano de ambos gracias al tío de uno de ellos que la compraba.

    Alto aquí.

    Una aclaración de abuelo a abuelo.

    – No fue mi tío. Fui yo el que descubrió la revista Qué…. Tenía catorce años y estudiaba en la escuela técnica de la calle Sarandí. Leía en el tren de ida y vuelta a Quilmes. La escuela estaba cerca de la calle Moreno donde vos años después ibas a estudiar en el Grafotécnico. A mi escuela la tiraron abajo y hay otra en su lugar. Compré la revista en Entre Ríos y Belgrano, me acuerdo como si fuera hoy.

    – La descubriste, la compraste y me enganchaste, primeros palotes de la maduración.

    “Qué sucedió en 7 días…” , el nombre completo de la revista, la dirigía Rogelio Frigerio, un aliado de Perón, con Raúl Scalabrini Ortiz, un batallador infatigable y Arturo Jauretche, entre sus colaboradores.

    – Precisamente, fue Scalabrini, el autor de El hombre que está solo y espera, libro que estaba leyendo, el que me impulsó a comprar la revista.

    Estas referencias son parte de la historia compartida de los abuelos del relato hasta llegada la hora de votar por primera vez, lo cual se produciría en 1961. El primer voto en una elección que ganaría el peronismo en la provincia de Buenos Aires y terminaría con el presidente Arturo Frondizi preso en la isla Martín García y las elecciones anuladas por quien lo sustituyó el senador José María Guido, rionegrino.

    Burda parodia constitucional, a fines de marzo de 1962. De allí salió la convocatoria a elecciones para julio del año siguiente, con la proscripción del peronismo, en las cuales el médico cordobés Arturo Illia, de la Unión Cívica Radical vencería con el 25 por ciento de los votos al Gral. Aramburo, transformado en político. Su gobierno comenzó el 12 de octubre de 1963 y se extendió hasta el golpe militar del 28 de junio de 1966 con la llamada Revolución Argentina.

    En 1965, los abuelos que vienen compartiendo esta historia, tenían 25 años de edad, justo la edad del mozo que los está saludando con una sonrisa. Un joven educado, de impecable presencia, cara fresca y ojos vivaces.
    Uno de los abuelos lo conocía y por eso eligió ese lugar.

    – Qué tal, mucho gusto, ¿eligieron qué comer?

    . ¿No tenés una carta?, inquirió una abuela.

    – No, ahí está el CQ, señaló el muchacho.

    – Yo no me voy a guiar por ese jeroglífico, dijo un abuelo con todo firme, convocando la atención del mozo.

    – Quiero tallarines con tuco y pesto a lo Pipo, dijo el abuelo sin que el pibe se inmutara ni preguntara nada. Se limitó a tomar nota, mientras el otro abuelo pedía platos que ya conocían a los que se sumaba la abuela que había pedido la carta.(1)

    Transmitió el pedido y volvió como para ver cómo estaba el clima de esa mesa. Las damas ya estaban en sus asuntos y los hombres en su conversación cuando el abuelo que parecía enojado le dijo que entre “entre nosotros y vos nos separa la tecnología porque, con todo lo que significa en materia de comunicación, afecta a los mayores”.

    Respondió el mozo acerca de que es un pasaje inexorable, que él era producto de esa formación y que comprendía las diferencias e iba a seguir hablando cuando de sopetón el abuelo le preguntó:

    – Perdoname, ¿a quién votaste el domingo?

    – A Milei, dijo como dudando de hacerlo.

    – ¿Por qué lo votaste?

    – Y… para cambiar, para probar.

    – Nosotros ya lo vivimos con las dictaduras, agregó el otro abuelo.

    Tema que lo llevó al muchacho a una confusión de lo sucedido –guerrilla, represión., hechos atroces y aberrantes- que denotaba algo peor que la ignorancia: algo así como una semilla nazi. Habló sin saber ni precisar de un atentado de la guerrilla a un jardín de infantes -del que después hablaría Milei en el colmo del absurdo- y finalmente dijo que su intención era irse del país. Finalmente, dejó su teléfono a uno de los abuelos para un encuentro para charlar en otro lugar.

    Pasaron los días, los abuelos volvieron a encontrarse y a mantenerse en contacto en todo momento.

    – ¿Qué hacemos? ¿Lo llamamos o no lo llamamos?

    – Hum… si lo llamamos no es para escucharnos sino para que lo escuchemos a él, dijo el otro abuelo.

    Quedó en el aire pensar qué hubieran hecho en 1965, cuando los hoy abuelos tenían 25 años si un día, en un almuerzo, un mozo amable y educado de ochenta años de edad iba a proceder a atenderlos, con charla incluida de política.

    ¿Les hubieran preguntado cómo eran, por ejemplo, los presidentes más destacados del primer cuarto del siglo XX como fueron Julio Argentino Roca, Roque Sáenz Peña, Hipólito Yrigoyen y Marcelo T. de Alvear? ¿Hubieran ido a tomar un café para escucharlo?

    Ellos dicen que sí.

    NdE: El texto original fue modificado para una aclaración planteada por un abuelo y para retocar el final para hacerlo más explícito.

    (1) Los tallarines tenían el tamaño más chico de una cascara de tres maníes. Plato que, aunque rico, no quedará en la memoria de nadie, a diferencia del restaurante porteño Pipo, que ya no existe.

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