
Quilmes terminó un año futbolístico que lo deja, como cada vez que no asciende, con el gusto amargo de no volver al círculo privilegiado que fundó en 1893. Hay matices que permiten, ante este oscuro panorama, mirar con algo de optimismo tanto a este calendario como a los siguientes. Fue una lástima que durante toda la campaña el incansable trabajo de la directiva haya sido destinado a alimentar una idea equivocada en el armado de un plantel impropio para la categoría. Tras la primera rueda y con el equipo fuera de los puestos de clasificación al torneo reducido, la llegada de Sergio Rondina permitió terminar la temporada con la ilusión renovada pero, no obstante, desde lo deportivo se vio la hilacha en los últimos dos cotejos.
Sin embargo, tomar la postura de “no ascendemos y entonces está todo mal” no es de esta publicación. Claro que se permite ver el futuro con optimismo porque, amén del resultado, hay cuestiones muy importantes para destacar. La primera y de mayor valor es muy probable que se vuelva a la senda que identificó a la agrupación Negra desde su llegada a la conducción en 2019. El ahora expresidente Christian Sterli prometió en campaña, y cumplió, que la financiación del fútbol profesional se haría con venta de jugadores. Y, salvo en 2022 cuando se apostó por una alianza con el empresario Gastón Fernández, se seguirá con esa tesitura. Incluso en esa temporada se vendió a Tomás Blanco y a Kevin López. Desde 2017, con el triunfo del Frente Generacional, se intentó hacer de Quilmes un club vendedor y no consumidor de productos clase Z. Es el camino, aunque tenga mil matices.

Este año, los rendimientos de Federico Tévez y Esteban Glellel sobresalieron. El marcador central, sobrio en casi todo el año y con la experiencia en su lomo. El golero, paciente en la espera de una oportunidad que llegó tras fracasar con guardametas foráneos en temporadas anteriores. El cordobés participó del record grupal de valla invicta en la historia del club y tiene el propio, expuesto en la edición 706 de INDIOS QUILMES. Hasta fue convocado por la Selección de Siria por su doble nacionalidad. Sin dudas que darles continuidad e imponer que debían ser titulares por parte de la directiva ha sido un gran acierto. Ahora viene la otra historia, la de saber negociarlos para tapar los baches económicos fruto de un campeonato de pésima organización por parte de la AFA. También, aunque muy joven y pronta, es la aparición de Santiago Puzzo. Casi siempre entró con buen pie y acomodado en el campo de juego; de hecho, es probable que tenga la posibilidad de jugar en el seleccionado juvenil del Paraguay, dada su ascendencia. Quizá su futuro sea promisorio y aun le queden etapas para cumplir, como alguna vez le pasó a Cristian Zabala.
Dentro de este rubro quizá puedan incorporarse a futuro a los futbolistas que participaron de la gira por Asia en la Selección Argentina Sub 20 del ascenso. Lucas Alfonso, Mirko Juárez, Mauricio Ponce y Santiago Puzzo quizá potencien su valor futbolístico tanto en lo deportivo como en lo económico. Fue una vidriera que Quilmes puede aprovechar puertas afuera. Eso sí, puertas adentro, no habrá que tener miedo de aquí en adelante a que juveniles propios que se calzaron la camiseta celeste y blanca debuten en puestos importantes. Así como Joaquín Postigo demostró en la temporada estar a la altura de jugar en el mediocampo central cervecero, también pueden apostarse a marcadores centrales y centrodelanteros ser titulares. La evidencia más clara se dio en esta temporada. En 2020, Glellel debutó de urgencia ante Ramón Santamarina y hoy es una de las figuras del equipo.
El apocalipsis futbolero de este 2024 empezó con la contratación del DT Darío Franco. La falta de un delantero pesado de área, el llamado “nueve de la B”, imposibilitó que Quilmes jugase a otra cosa que a ese bielsismo de un fútbol sin carácter, donde todos son buenos y priorizan la nobleza de los recursos por sobre lo que obligan las circunstancias. Rápido, frenético, vertical y siempre con la vista en el arco contrario, las primeras ocho fechas demostraron un buen funcionamiento de Quilmes. Ante el primer tropiezo, la nobleza de los recursos marcó la decadencia de un modelo agotado que nunca lleva a buen puerto. Se sabe dentro del mundo fútbol que hasta Marcelo Bielsa cambia cuando las cosas no le salen; pero los bielsistas extremos, no. Y no hubo 9 de inferiores que pudiera cubrir las dos falencias: la de falta de gol y la del carácter.

El punto de inflexión fue -resulta paradójico que en otro certamen-, la eliminación ante Central Córdoba en cancha de Temperley por Copa Argentina. Desde lo futbolístico, se vio que Quilmes no tenía más que sus once titulares (el tiempo demostró que Santiago Moya y Ayrton Sánchez sí se ganaron el puesto). Los suplentes estuvieron lejos de evidenciar que podían reemplazar a los once iniciales. Puertas adentro, la postura en Copa Argentina, con su consecuente eliminación, impidió que los jugadores engrosasen sus bolsillos con los premios que permite ganar dicho certamen. Se sabe que hay dos cosas que no se le pueden tocar a los jugadores: el dinero y sus esposas. Tras dos victorias ante All Boys y Tristán Suárez (hundidos en la mediocridad en ese tiempo), se agotó el modelo. Desde allí hasta la asunción de Sergio Rondina pasaron once partidos en donde hasta se lidió con la inhibición por parte de FIFA que imposibilitó que Quilmes cuente con Enzo Kalinski y Emanuel Herrera.
Ya con un delantero central que piense y ordene el ataque, Quilmes fue otra cosa. Rondina lo que hizo fue cambiar, algo que hay que hacer durante un año donde los rivales, los tiempos, los campos de juego y las circunstancias son distintas. Sin embargo, en las últimas dos paradas ante Nueva Chicago, el plantel mostró la hilacha otra vez. Ante un golpe duro (como fue aquella eliminación ante Central Córdoba), Quilmes hizo agua. El piñazo para el torneo reducido fue el yerro del penal de Lautaro Parisi ante el golero de los porteños, Facundo Ferrero (lejos, la figura de los dos cotejos). ¿Se puede errar? Claro que sí. Lo que también es obligación de todo plantel es recuperarse y el Cervecero no lo hizo. En el segundo tiempo tampoco hubo inteligencia para tener la cabeza fría y pensar en lo que se necesitaba: dar vuelta el partido. Le faltó el carácter que hay que evaluar en la conformación del plantel. A Quilmes lo mató ese penal. No resucitó.
La continuidad del Huevo Rondina puede tener un dejo de esperanza. El DT, en éste y otros clubes, demostró que conoce la categoría y sabe cómo jugarla. Pueden salir las cosas bien o mal, pero cuando hubo que cambiar delanteros, cambió. Cuando hubo que desacartonar la boludez de “no hay que dar el equipo para que el rival no sepa cómo jugamos”, lo hizo. El DT confirmó el equipo los viernes antes de cada compromiso y solo perdió cuatro partidos: ante San Martín (Tucumán), San Martín (San Juan), Tristán Suárez y Nueva Chicago. Lo más importante: salvo en los cotejos ante el Torito, el equipo tuvo la impronta que se necesita para calzarse la camiseta blanca.
La directiva se debe una autocrítica profunda. Como suele decir el periodista Sebastián Kerle, “yo tiro ideas, qué se yo, ojalá sirvan”. La responsabilidad del armado del plantel es de los dirigentes porque para eso ganaron las elecciones, con independencia de la filosofía futbolística del entrenador de turno. Se sabe, con solo recorrer las tribunas, que el hincha de Quilmes admira a los equipos que demuestran garra y son inteligentes. No por nada, en 2011 el equipo que descendió bajo la dirección técnica de Ricardo Caruso Lombardi se retiró aplaudido a pesar de la pérdida de la categoría. Entonces, el armado de un plantel equilibrado con jugadores de distintas características en ciertos aspectos debe ser prioridad y traer un 9 tanque, un 2 con cara de malo y que sepa pegarle de punta para arriba, un 5 que ordene a sus compañeros y le reclame al referí son obligaciones suyas; como saber manejar los tiempos de los partidos. No porque sea gusto del firmante sino porque así lo exige la categoría.

Pequeños mimos al alma pero a largo plazo
La concreción este año de la cancha de césped sintético fue un hito de los más importantes en materia de infraestructura. Quilmes lo logró con recursos propios y, con el correr de los meses, dejará de pagar alquiler en predios vecinos que poseen esas comodidades. Le falta terminar de abonar al club una obra que no se veía desde la inauguración de la pensión en Alsina y Lora o, si se quiere, la del estadio Centenario. El sintético es carísimo, pero permite ahorrar mucho dinero en alquiler y oportunidades de entrenamiento de aquí a la eternidad. La obra, además, permitirá, con la organización que siempre vence al tiempo, planificar entrenamientos de divisiones inferiores y fútbol femenino. Es una rueda que empezó a girar y que, con el pago de la totalidad para este 2025, potenciará la planificación en mejoría de la institución.
Sin dudas que otro de los aspectos positivos de este año fue la participación societaria. La continuidad de la medida tomada por la gestión de Mateo Magadán al inicio de 2023 fue más que acertada. No solo se mantuvo la cifra de socios con cuota al día como nunca antes en la historia del club sino que el hecho de que no se vendan entradas en el Centenario no impidió que, incluso en los peores momentos de la campaña (partido ante Estudiantes, cuando se llegó con tres derrotas en el lomo) la cancha luzca llena en las tres tribunas habilitadas. El ingreso y la prolijidad con los QRs es una materia a mejorar. La previa dilatada y la entrada tardía de muchos socios tampoco ayuda; pero es de destacar que no hubo que lamentar incidentes mayores en uno de los años con mayor participación social: colectas, recibimientos, banderas de palo, aliento constante y un buen comportamiento fue lo distintivo de esta temporada. En la platea es cierto que falta orden, pero no es una cuestión central pero sí que se debe mejorar para el año próximo.
Quilmes penará 2025 en la Primera Nacional. Seguro, tardará en sanar una herida tan grande de dos años de quedar eliminados en cuartos de final del reducido. Si se bajan las expectativas, sin renunciar al ascenso, y se conforma un equipo a gusto del paladar cervecero, la buena senda de participación social que permite tener al club ordenado con el pago de sus deudas puede continuar. En el camino quedan las obras que sirven para poder potenciar un futuro que todos los cerveceros desean. Quizá apostar más por los jugadores propios sea un camino que aun no se intentó del todo y que, antaño, permitió obtener ascensos y el último campeonato en 1991. No hay soluciones mágicas ni recetas infalibles, pero sí los socios de Quilmes saben que el camino no es el de un mecenas que solucione todo con dinero inventado, como esa deuda ante la AFA del período 2002-2016 que aun pagan los socios mes a mes, transformada en convocatoria de acreedores.
El sabor horrible de masticar la derrota con Nueva Chicago no se borrará por los próximos meses. No jugar en Primera ante este panorama del fútbol argentino es casi irrisorio, pero es la que hay. Quilmes intenta estar a la altura, frente a un torneo que, con 38 integrantes, solo otorga premio a un 5% de sus participantes. La directiva cervecera, encabezada por Mateo Magadán, trabajó sin descanso por la obtención de recursos para un plantel que no dio la talla. El Cervecero no quedó afuera por la culpa de un árbitro, de una situación externa o de una mano negra que le impida seguir con su objetivo. Fue el único de todos los equipos que jugaron segunda fase del reducido que no metió un gol. Una muestra más de la falta de carácter del plantel cervecero en momentos claves del campeonato. Este año, Quilmes tuvo todo a su favor y no supo aprovecharlo. Eso no impide que, quienes quedan en el barco (directivos, socios y periodistas) miren de acá al futuro con cara de “no todo está perdido”.

Muy buena nota. Muy buena data e información. Datos prácticamente irrefutables y un dejó importante de sinceridad al momento de apretar cada tecla y escribir cada palabra. Felicitaciones!!! Hacía mucho tiempo no leía una nota deportiva con tanta información y veracidad. Vaya mi aplauso, colega.