Antología Círculo de la Prensa
Con esta publicación del 14 de enero de 2024, se inicia una recopilación de las mejores notas del año que pasó.

Por Matías Escot, Mauricio Toscano, Juan P. Susel, Charly Longarini y colaboradores
En 1983, un libro giró por círculos intelectuales europeos y norteamericanos con una mirada sobre la sociedad que se moldeaba y vislumbraba el consumismo, la sociedad del espectáculo, los ’90 como referencia de la caída de los grandes relatos y la pérdida de identidades políticas. El texto: La Era del Vacío, por Gilles Lipovetzky. Este editorial es un somero recorrido para comprender cuestiones actuales.
El filósofo y sociólogo francés (79 años) retrató las características del mundo posmoderno en las sociedades desarrolladas. Como caracterizaciones fundamentales propuso el hedonismo instántáneo y el hiperindividualismo, signos de un giro de época. Se acabó la posmodernidad y comenzó otra era, algunos denominan este período como la era de la revolución tecnológica. Por otra parte, el pensador de la filosofía del sur, de nuestro continente americano, Enrique Dussel, habló de Transmodernidad.
El fin del ideal colectivo
La Era del Vacío, el texto, tomó significado en la Argentina en la década del ’90, aquella sintonizada en el 1 a 1, el primer mundo, la llegada de cadenas fast food, junto a la primera tecnología, las privatizaciones de las empresas del Estado, y los viajes a Miami para comprar chucherías, «Ahora vas comprando perlas truchas sin chistar», cantaban Los Redondos, en Queso Ruso, una canción de principio de los años menemistas.
Nos preguntamos en Entre Nos Social Info: ¿Estaremos viviendo una nueva era del vacío en este siglo XXI? El libre despliegue de la personalidad, la legitimidad del placer como fin último, redunda en lo que Lipovetzky llamó la pulverización del ideal colectivo y el auge del ideal moderno de individualidad.
Aquellas ideas tienen vigencia, con las redes, para desplegar el culto a la personalidad, mostrarse, exponerse, incluso darse valor, como individuo y como empresa participando en Instagram; los cientos de likes y de seguidores otorgan una valoración y posicionamiento social. ¿Hay algo más hedonista e instantáneo que Tik tok, para bailar y mostrar mi bello cuerpo, ser gracioso/a, disparar indirectas contra mis ex, o intenciones a mis futuras parejas? Lipovetzky expresa que la Era del Vacío elige el individualismo como valor cardinal, representa la muerte de lo colectivo.
¡Viva la libertad, carajo!
Para el autor, los estilos de vida, la revolución del consumo caracterizan los primeros años ’90; podemos añadirle la revolución comunicacional en los primeros años 2000, junto al alcance y despliegue en las redes, constructores de profundas transformaciones en la modificación de la subjetividad. Si el máximo sentido de vida es el deseo a ser uno mismo, a realizarse en lo individual, SOY LIBRE, lo colectivo está muerto y la sociedad me es indiferente. Así, placer y consumo, mi derecho al goce, está por encima del cuerpo social.
Si la sociedad limita mi desborde individual es autoritaria, va contra mis derechos. ¿Qué es la sociedad, quién es el Estado para impedir que yo compre todos los dólares que quiera, que venda órganos, que le aumente como propietario 300% la vivienda a mi inquilino?
La nueva era consumista, individualista e hipertecnológica crea sentido, nuevas formas de pensar, sentir y actuar modelan a un sujeto diferente al que comenzaba a vivir, en los ’90 en la Aldea Global. ¿Qué ocurre con ese sujeto modelado a su imagen y semejanza en el campo de la vida política? ¿Será efectivo a un ciudadano medio hablarle de las luchas populares, y el devenir histórico? ¿O tal vez gritándole eufórico a un sujeto hiperindividualista «¡Viva la libertad, carajo!» alcanzará para tocar su fibra más sensible?

Muerte de lo político y banalización
En el pensamiento y debate político se elimina el rigor y la ideología, dice Lipovetzky, no sólo por el síntoma de la caída de los grandes relatos con el que nace la posmodernidad a principios de la década del ’80, sino por la espectacularización de la política. De esta manera los partidos interesan a la sociedad en la era de lo espectacular. Allí –expresa el autor– juega un rol fundamental los medios; agregamos nosotros a las redes. Ante una sociedad despolitizada por el declive de las grandes tradiciones políticas, apática e indiferente, la política sólo se vuelve atractiva haciéndose espectáculo.
La participación de un candidato presidencial sólo será rentable en términos de impacto e interés social si se torna espectáculo, si se banaliza, y con él interpela a la sociedad indiferente, banalizándola. En tono de síntesis, si no hay ideales, ni tradiciones políticas por defender que valgan la pena, por que lo significativo es ‘uno mismo’, mi ser, mi imagen, mis gustos, mis preferencias sobre las demás; hay una segunda muerte, la del Homo Políticus.
La sociedad narcisista no tiene referencia, ni pasado histórico, por ello el único sentido radica en el presente, el aquí y ahora, la instantaneidad y el surgimiento del Homo Psicologicus. Un hombre que sólo se escucha a sí mismo, un individuo puro, sin anclaje en la memoria y el pasado, cuyo horizonte comienza y culmina en él.
El Vacío: reflexión final
Alejándonos de favoritismo y de quien nos gusta más o menos, o de simpatías políticas, ¿Le interesa al argentino que aún puede comer todos los días, consumir, y es parte de la tradicional clase media, la tradición doctrinaria peronista? ¿Es apático este sujeto a los derechos conquistados y la justicia social? ¿Resulta Javier Milei hijo de la era del vacío, y el peronismo ya un dispositivo demodé para la indiferencia social, y sin posibilidad de espectacularizar lo político, cuestión que consume un sujeto individual en esta nueva era?

¿Alberto Fernández –sin plan, ni políticas de Estado– con su devoción por Bob Dylan, y Milei con «sus hijos de cuatro patas», con definiciones políticas sin sustancia e hiperideologizadas, son los representantes de la nueva era del vacío y la superficialidad política actual?
No tenemos respuestas definitivas; sí, la realidad que ofrece un presidente sin carrera política, y ni pasado en el sector privado, que banaliza derechos sociales conquistados, y que hace un par de años no era más que un panelista que vociferaba e insultaba a la clase política. Lejos de la crítica, observamos el fenómeno y nos preguntamos porqué la sociedad lo eligió. Intentamos entender qué pasa.
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