
En una noche que prometía ser histórica, la presentación del Presupuesto Nacional 2025 se convirtió en el guion de un thriller político, con Javier Milei como protagonista. La cadena nacional había anunciado un espectáculo de presupuestos, pero lo que se vio fue un show de magia política: el presupuesto se desvaneció como un truco de ilusionismo.
Milei apareció en el Congreso con una entrada digna de una estrella del rock (con voz gutural saludó como el inicio de su canción preferida: «Hola a todos»… –yo soy el león-), saludó a la vice con efusividad y a Patricia Bullrich con el entusiasmo de quien acaba de parar a una turba iracunda en las inmediaciones del edificio. En lugar de presentar el presupuesto, el titular del PEN ofreció una versión extendida de sus clásicos discursos con mucha sarasa y poco contenido. Al parecer, como pasa muchas veces con sus afirmaciones, está más cerca de la ficción que de la realidad, cita a economistas ultraliberales y tira chicanas a la oposición, como un episodio de show que nadie quiere ver. Eso podría explicar la poca audiencia televisiva.
Comenzó su discurso con la solemnidad de un sacerdote en misa, prometió un «cepillo al Estado» que sería la envidia de cualquier esteticista fiscal. La propuesta de equilibrio fiscal, al parecer, sería tan firme que no importaría si la economía se desmorona o si el país cae en el más profundo de los abismos; el resultado fiscal siempre será la bandera que sostendrá hasta el final, sin importar que su gobierno termine siendo las puertas del apocalipsis.
Milei se adentró en la única mención concreta del presupuesto, prometiendo un «déficit cero» que suena tan real como una moneda de chocolate.
En su lista de logros, Milei reveló proezas que harían palidecer a los superhéroes: despedir a 31.000 «ñoquis» en un abrir y cerrar de ojos, reducir los homicidios en Rosario y recuperar la confianza del sector privado como si fuera una reunión de ex parejas en un programa de reconciliación. Los gobernadores no se salvaron del ácido humor presidencial: les advirtió que se ajusten el cinturón con un presupuesto adicional de 60 mil millones de dólares, como si hablara de una promoción de rebajas en el supermercado.
Milei dirigió a los diputados un mensaje que podría haber sido escrito por un comediante: «Decidan si quieren ser recordados como héroes o como ratas». El discurso, que en un universo paralelo podría haber sido una película de comedia política, se despidió sin dejar claro el contenido real del presupuesto, dejó más preguntas que respuestas.
La presentación del Presupuesto tuvo de todo menos números. Para los que esperaban una noche de cifras y datos concretos, Milei les ofreció una noche de entretenimiento político aburrido, donde el presupuesto pareció un gran truco de magia, escondido a plena vista.
En el lugar


El director de este medio, acreditado anoche en el Congreso, coincide con las apreciaciones del columnista.